Vitoria - Desde niña, la literatura ha estado acompañando sus pasos. De hecho, parte de su dedicación en los últimos años ha sido la de promocionar actos culturales, relacionados en muchos casos con la escritura, con la organización de encuentros con autores, presentaciones, publicaciones... mientras ella iba creando sobre el papel en blanco, pero sin poner sobre la mesa la posibilidad de encontrarse con el público. Sin embargo, hace algo más de un año, la vida llevó a Catalina Garcés a abandonar Medellín y asentarse en Gasteiz. Aquí, en esta ciudad “más silenciosa encontré calma y otro ritmo” para reunir los poemas que conforman Hasta que desaparezca el nombre (Arte Activo).

“Fue como querer sacar la cabeza, decir: bueno, me lanzo”, un proceso en el que acudió a Roberto Lastre, responsable de la editorial vitoriana que está cumpliendo su decimoquinto aniversario en este 2016. “Estaba preparada para un no”. Pero la respuesta fue afirmativa.

El resultado, una publicación a la que dan forma y fondo ochenta poemas repartidos en dos partes, versos que hace unos días se presentaron de manera oficial ante los lectores en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa. Se completó así un camino que supone “salir a la luz después de mucho silencio, de bastante tiempo de escritura. Es algo que llevo conmigo, algo vital”.

La primera puerta que abre la autora a los lectores es la de Iniciación -que es como se llama la parte con la que arranca el poemario-, un comienzo en la vida, en el amor... y por supuesto, en la escritura. “Se habla mucho del escritor, del hecho de escribir, de cómo llevar al papel lo que está en la mente, los obstáculos que hay en el camino”. Como indica, además, el título del poemario, “cuando llevo una palabra al papel o hablo, estoy nombrando para definir una realidad, para mostrar mi postura frente al mundo. Hablo mucho de esa conciencia del hecho de crear, de nombrar, incluso de nombrarme a mí como mujer, como madre, como escritora”.

Tras “entrar en la sala que no conoces y vas tanteando”, el libro pasa a la segunda parte, la del Incendio, “que es cuando te metes al ruedo del amor, de la escritura, al de reconocer el nombre de mujer y de poeta”, según explica Garcés, quien apunta que a lo largo de los versos “no favorezco ninguna dualidad a la hora de nombrar, todo lo contrario. Busco el nombre, no el adjetivo. He hecho un trabajo muy consciente y muy preciso en este sentido... espero”.

Como el libro no sería nada sin el lector, según la autora, “lo único que espero es que las personas sientan que algo se les instala en el corazón”. Ella, por su parte, ahora tiene la obra entre las manos “siento como cierta rareza, un poco de incredulidad. He sido testigo de tantos otros que publicaron y a los que ayudé a ello, que ahora, cuando me toca a mí, me siento extraña. De hecho, creo que todavía estoy en ese proceso de creerme que es verdad”.

De momento, y aunque sin plazos temporales, el próximo proyecto está en marcha. Garcés quiere dejar descansar un poco la poesía y ha puesto sus ojos en una serie de cuentos infantiles que tiene escritos. “Ya he hecho una selección y quiero centrarme en ellos”. - DNA