Vitoria - Dentro del programa que está desarrollando Donostia como capital cultural europea a lo largo de este año se encuentra el proyecto Tratado de Paz, una iniciativa compuesta por una serie de exposiciones, producciones artísticas contemporáneas, publicaciones, seminarios y conferencias sobre las representaciones de este concepto en la historia del arte, la cultura y el derecho. En ese contexto, y en colaboración con Artium, se presenta ahora en Gasteiz una muestra que pone el foco de atención de manera específica en la alteración del significado de las imágenes y los objetos como consecuencia de la violencia acontecida dentro y fuera de Euskal Herria a causa de la acción de ETA.

La exposición, que permanecerá abierta hasta el próximo 1 de noviembre (cuando el museo cerrará sus puertas para cambiar su suelo), toma como dos puntos de referencia temporal las conversaciones de Argel y el anuncio por parte de la organización armada del cese definitivo de su actividad, aunque en ningún momento pretende hacer un discurso sujeto a un calendario ni tampoco ofrecer una lectura cerrada o determinada. Al contrario, la producción pretende “ser un lugar común para que las diferentes narrativas se puedan encontrar”, según explicó ayer el comisario de la muestra Carles Guerra, también director de la Fundación Tàpies, que es a donde la exposición viajará tras ser vista en Vitoria.

Documentos -sobre todo de carácter periodístico- y obras de arte -que en algunos casos no han sido ideadas en relación al conflicto vasco- conforman el grueso de 1989. Tras las conversaciones de Argel. Delirio y tregua, un ejemplo de que “la cultura puede volver a construir comunidad”, según Guerra, quien subrayó el hecho de que las décadas de violencia vividas en este caso “no tienen un icono de cierre” por lo que se vive una paz “sin imagen final” dentro de un conflicto sin terminar.

Bajo esa idea, “más que delicado, este proyecto es necesario”, apuntó el comisario, a lo que el responsable del programa Tratado de Paz, Pedro G. Romero, añadió que “aunque al principio teníamos muchas dudas, cuando vimos la película El negociador (Borja Cobeaga) pensamos: ¿cómo no nos vamos a atrever, aún sabiendo que nos podemos y nos vamos a equivocar?”. Desde esa premisa, la Fundació Antoni Tàpies y Artium han producido esta apuesta, con el paraguas de Donostia 2016, por alcanzar la “libertad, la inteligencia y el pensamiento”.

Jorge Oteiza, Tàpies, Joan Miró, Néstor Basterretxea, José Gutiérrez Solana, Luis Claramunt, Jeff Koons, Allan Sekula, Ibon Aranberri, Eduardo Nave, Jon Mikel Euba, Asier Pérez, Xavier Ribas e Iñaki Garmendia son algunos de los creadores presentes en un recorrido que incluye también imágenes de profesionales del fotoperiodismo así como documentos de diversa índole procedentes de la Fundación Sancho el Sabio o ejemplares de la revista Zutik. “En cualquier situación, la violencia nos aparta del relato”, una modificación que esta muestra, en el caso concreto de Euskal Herria, pretende resituar en un momento en el que la paz es una realidad todavía inacabada. “Desde el anuncio del cese definitivo de la actividad armada en 2011, la paz vasca está siendo puesta en práctica por la sociedad” a la espera de ese cierre, que también reclama su imagen o icono final.

A esas piezas artísticas y documentales, la exposición une también objetos que, por unas razones u otras, tienen un significado especial, como la memoria USB en la que ETA envió el mencionado comunicado del cese de su actividad en octubre de hace cinco años. “El hecho de no contar con ninguna fotografía o imagen de las conversaciones de Argel, de que no haya un único testimonio sino sólo algunas versiones de lo que allí aconteció nos ha dado la clave para componer este trabajo”, dijo Guerra, quien indicó, sin profundizar, que ha habido quien no ha querido participar en la muestra, “algo que respetamos, por supuesto”. Ahora, de todas formas, es el momento del público, de unos visitantes de Artium que también tienen su relato. - DNA