Vitoria - La realidad es pasado. El regreso a la poesía de Jean-François Sauré sitúa al lector dentro de 50 años, cuando los problemas migratorios que ahora asaltan cada día los medios de comunicación son un recuerdo, huellas de lo que no debió haber ocurrido. “A veces necesitamos alejarnos de las cosas para verlas bien y es lo que he intentando aquí porque en estos momentos nos estamos dedicando a poner parches sin pararnos a pensar”, apunta el también editor mientras sostiene entre las manos Melilla sin alambradas/La frontière sans lendemain.
En francés y en castellano, de la mano de la traducción realizada por Aurora Cuadrado, se presenta un trabajo que tiene una dimensión complementaria, la que ha creado Aída Martínez a través de las 30 láminas que ha generado a partir de la ilustración diseñada para la portada y que están disponibles en imartgine.es.
Esas imágenes, igual que el prólogo del editor gasteiztarra Ernesto Santolaya y el epílogo del Comité Español de Ayuda a los Refugiados, acompañan a una obra que no busca ni discursos demagógicos ni soluciones fáciles, sino que utiliza la poesía como herramienta para la reflexión y la toma de decisiones. “Deberíamos pensar en hacernos la vida un poco menos complicada”.
Los viajes de su vida -ese tiempo pasado en Guinea Ecuatorial antes de fijar su residencia en Álava, el camino inverso del explorador gasteiztarra Manuel Iradier- y las experiencias conocidas del contacto con aquellos que buscan un futuro mejor sirven como cimiento a una publicación que toma a Melilla como vehículo, esa ciudad de 28 siglos de historia que ya existía mucho antes que unas u otras fronteras.
Con esos elementos, la invitación del libro es clara: analizar y actuar en consecuencia, no olvidando los supuestos valores que se supone sustentan Europa. “Quienes vienen no lo hacen de Siria o Mozambique, lo hacen del país de No Puedo Vivir Donde Estoy” y a ese proceso “no es posible ponerle freno por mucho que ahora nos dediquemos a pisotear lo que decimos defender en Europa”, un continente en el que los gobernantes aseguran que no hay dinero para atender a los refugiados “pero sí para mandarlos a Turquía”.
El establecimiento de vías seguras para las personas que eviten la existencia de mafias, la creación de visados humanos, el rechazo a la utilización de estados guardianes... “Y habría que resolver los problemas en los países de origen, aunque claro, igual antes nos tendríamos que preguntar de dónde salen las armas que se usan en esas guerras”.
Es la poesía el camino que utiliza el escritor y editor para transitar por estas cuestiones, para plantear al lector preguntas que la velocidad de la sociedad actual muchas veces se lleva por delante. Aunque, ante todo, se busca favorecer la reflexión sobre los valores actuales y cómo actúa el ser humano.