Madrid - Con la exposición Solidez y belleza, el Museo Prado rinde homenaje a Miguel Blay, uno de los más destacados escultores del siglo XIX, en el 150 aniversario de su nacimiento, y pone en valor su colección de esculturas. El título de la exposición resume el ideario artístico de Blay (Olot, Girona, 1866 - Madrid, 1936) y ha sido extraído del discurso que pronunció durante su ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1910.

Las esculturas, dibujos, medallas y una pequeña agenda de notas que forman la colección que posee el Prado muestran a Blay “como un artista total. Era un excepcional dibujante, y estos dibujos permiten reconstruir su evolución”, según la comisaria jefe de Conservación de Escultura y Artes Decorativas del Prado.

Artista al que le interesaba transmitir “la sensibilidad y el sentimiento”, su evolución se desarrolló por los caminos de la expresión modernista, simbolista, realista y naturalista. Estudio en París y posteriormente viajó a Roma, donde diseño Los primeros fríos, un grupo, según la comisaria, “de concepción dramática y conmovedora, dentro de la expresividad del realismo social imperante en aquellos momentos”.

La Niña desnuda (1892), que conserva el Prado, es un fragmento individualizado de este grupo, una práctica habitual de Blay, que hacía versiones de fragmentos de sus obras.

“Ensayó las figuras desnudas para comprobar cómo resultaban más expresivas y para trabajar bien la anatomía que luego modelaría bajo los ropajes. Dado el éxito de estos estudios anatómicos y animado por los artistas españoles que visitaban su taller, decidió dejar las figuras sin ropa”, señaló Azcue.

Dominando la sala 60, en la que se muestra la Niña desnuda se encuentra Al ideal (1896), obra en escayola que Blay realizó a su regreso a París, ciudad en la que desarrolló una destacada carrera y donde se casó. “En este grupo demostró que era capaz de realizar obras alejadas del realismo”.