Bilbao - Junto a la ría de Bilbao, la gran araña, Maman (Mamá), de Louise Bourgeois vigila y protege desde 2001 al Museo Guggenheim, que ahora dedica una gran exposición a una de las producciones más destacadas del trabajo de la desaparecida artista: Las Celdas. Las grandes salas del museo muestran por primera vez juntas casi la mitad de las más de 60 celdas que la artista francesa, considerada como una de las más importantes e influyentes creadoras del siglo XX, realizó a partir de 1986.

Con todos los elementos que fueron icónicos a lo largo de su trayectoria, son espacios inquietantes que nunca dejan indiferente al observador y en los que Borgeois (París, 1911- Nueva York, 2010) volcó sus ansiedades, sus inseguridades y sus miedos y, a través de ellos, exorcizó esos sentimientos.

La frase “El arte es garantía de cordura” aparece de diferentes formas en varias de las celdas. Bourgeois estuvo psicoanalizada “principalmente por su sentimiento de culpabilidad”, en opinión de Jerry Gorovoy, el joven que se convirtió en su mano derecha durante 30 años. Día tras día, Gorovoy iba a buscar a Louis para llevarla al estudio y allí comenzaban intensas jornadas en las que en ocasiones ella se mostraba muy deprimida. “Pero sabía que si creaba le ayudaría a sobrevivir. Todo el proceso de creación de Louis fue una terapia, si hacía arte era capaz de hacer frente y de gestionar sus sentimientos”.

Por ese temor al abandono “no tiraba nada porque se identificaba con los objetos. Si algo se rechazaba o se descartaba era como si a ella la rechazaran”. Muchos de esos objetos pasaron a formar parte de sus celdas. Muebles de su casa, jarrones heredados, frascos de perfume de Shalimar de Guerlain, ropa de su madre, viejas sillas, cubiertos, tapices, escaleras, objetos de cristal, espejos, aparecen en estos espacios claustrofóbicos en los que comenzó a trabajar con más de 70 años. Su objetivo era crear su propia arquitectura y no depender de los espacios expositivos. “Es un mundo cerrado en sí mismo en el que los objetos establecen relaciones y diálogos entre ellos”, explicó Jerry Gorovoy, quien recordó que la escala era muy importante para Bourgeois. Una escala de la que estaría satisfecha en el Guggenheim donde encajan las grandes estructuras creadas con viejas puertas, que encierran secretos, o con estructuras de metal que permiten observar un interior lleno de símbolos.

La araña, “un ser inteligente” Entre los iconos que pueblan estos espacios, la araña también está presente. A veces observando desde una esquina, como en Celda VII, o protagonizando la celda, como en Dama de compañía, de 2003, donde la propia artista se convierte en araña sentada en un sillón y con cuerpo de tela.

La araña, “un ser inteligente”, por una parte representaba a la madre “y a la relación con la suya, que era tejedora”, pero también tenía que ver con ella misma. “Decía que la araña construye su mundo partiendo de su propio cuerpo y eso es lo que ella hacía cuando creaba sus esculturas, obras que surgen de su propio cuerpo”. Además, la araña nunca se rinde y vuelve a construir la telaraña, “y ella decía que una y otra vez había reconstruido su mundo”.

Junto a las celdas, en las que conviven objetos “brutales” como piernas amputadas, una guillotina, una silla eléctrica, prótesis, objetos para triturar carne, pieles de conejo, con delicados bordados hechos por ella misma, la exposición muestra también como si se tratara de un gabinete de las maravillas, una selección de piezas fechadas entre 1943 a 2010.