En menos de un año, James Bay ha pasado de ejercer de telonero de otros músicos, solo con la compañía de su guitarra y su sempiterno sombrero, a recibir el reconocimiento de las listas de éxito mundiales, de colegas como Taylor Swift, Sam Smith, One Direction y Ed Sheeran, recibir premios prestigiosos y participar en festivales multitudinarios. Se lo debe a su debut, Chaos and the calm (Universal), un disco de melancólico rock y folk pop en el que destaca su éxito Hold back the river, que miles de personas corearán en el X Bilbao BBK Live, en julio.

Comprar guitarras y más guitarras. Y si son antiguas, mejor. Ese parece ser el único vicio que tiene este joven británico de 24 años y que ahora se puede permitir tras erigirse en una de las sorpresas de los últimos meses. Hace menos de un año era un visitante asiduo del circuito de pubs de su ciudad natal, Hitchin, en el condado de Herfordshire, al este de Inglaterra. Allí creció el chaval, escuchando a cantautores inolvidables como Bob Dylan y James Taylor, torbellinos soul como Aretha Frankling y bandas de rock actuales como Kings of Leon.

Formado en el Brighton Institute of Modern Music, en cuyas aulas se han educado o ejercido de maestros el vocalista Roger The Who Daltrey, el guitarrista Jeff Beck o los integrantes de The Kooks, Bay empezó a darse a conocer con canciones como In the dark of the morning y Let it go. Tampoco pasó demasiado hasta que Lana del Rey rechazó ir a una sesión de Radio 1 a tocar en directo. Su lugar lo ocupó Bay y? estalló todo a través de Twitter, incluido su premio Critics’ Choice Award, siguiendo la estela de Adele, Florence + the Machine, Sam Smith y Jessie J.

Su debut, Chaos and the calm, incluye su éxito, Hold back the river, situado entre las canciones más populares y vendidas en más de 50 países. Y sus actuaciones reúnen ya a decenas de miles de personas. “Aquí solo se le conoce por su canción más famosa, pero fuera, en países anglosajones y otros con más tradición musical, es ya cabeza de cartel”, indica a DEIA Alfonso Santiago, de la promotora Last Tour International, organizadora del Bilbao BBK Live, donde actuará el británico en julio.

El chaval, “sorprendido y sin palabras” ante el tumulto mediático organizado por su música, parece no haber perdido la cabeza ante tanta alabanza. De hecho, lleva en su grupo como guitarrista a uno de sus mejores amigos de la adolescencia y mantiene su relación con su novia de siempre. Su canción bandera hace referencia a “los dramáticos cambios” vividos y “a la pérdida de contacto con aquellos que amamos”, pero él sigue fiel a su familia -“no habría aguantado vivir en Londres y no poder jugar a fútbol o subirme a los árboles con mi hermano mayor en el campo cercano a casa”, indicó a The Guardian - y a su comunidad. ¿La prueba? Antes de grabar su álbum en Nashville, le enviaron a Los Ángeles para acabarlo y no puedo completar ni un verso de las últimas canciones hasta que volvió a casa. “Siempre me veo arrastrado a esos lugares. Es parte de esa máxima antigua: la de no olvidar las raíces. No quiero hacerlo”, indicó al periódico.

Caos y calma El chaval defiende, en alusión al título de su disco, que “es difícil elegir entre el caos y la calma”, ya que “necesitamos ambos”. El álbum, producido por Jacquire King (Tom Waits, Norah Jones, Kings of Leon) ofrece un repertorio electroacústico, de espíritu y sonido clasicista, y sencillo, de esos que no requieren grandes escenarios ni profusión de instrumentos. Él y su guitarra bastarían para defender estas canciones, que arrancan con Cravin, en su faceta eléctrica, con un buen uso del falsete, una melodía accesible y guitarras indies, con ecos de Kings of Leon.

Esa fuerza guitarrera destilan también Best fake smile, entre el rock y el blues, y perfecta para los directos, Collide y la más obvia Get out while you can, cuyo coro y estribillo se adhieren a la primera escucha. El resto, aparte de la magia pop de Hold back the river, fluctúa entre las baladas Let it go (ofrece ecos de Damien Rice, pero sin su expresividad volcánica ni su calidad) y Move together, acústica, con cuerdas y un poso soul (casi gospel) en su delicado estribillo; y canciones más convencionales, caso de If you ever want to be in love, en la que se detecta el aroma de James Taylor. “Quiero que se me defina mi música porque espero tener una larga carrera”, asegura sobre su sombrero. “Es como mi traje, como un uniforme; un elemento místico con mis seguidores. Lo veo necesario. Antes, solía vestirme como Michael Jackson. No tenía su guante pero sí una chaqueta roja como la de Thriller”, asegura el chaval.