Cannes - El noruego Joachim Trier presentó ayer en Cannes una potente película, Louder than bombs, sobre “lo que no se dice, lo que nunca se explica en una familia” y que destaca por la forma en la que está contada y por las interpretaciones, más que por el contenido. Isabelle Huppert, Gabriel Byrne, Jesse Eisenberg, Rachel Brosnahan y Devin Druid protagonizan una historia sobre la incomunicación familiar, que tiene poco de original pero que está contada de una manera brillante por Trier, con una forma de narrar que mezcla realismo, clasicismo o hiperrealismo.

Huppert es el personaje sobre el que pivota toda la historia. Su fallecimiento años atrás en un accidente de coche tras haber sido fotógrafa de guerra es un hecho que el resto de los miembros de la familia aún no han asumido. “La noción del dolor y de la pérdida de alguien nos ha permitido estructurar la historia”, explicó Trier, que junto a Eskil Vogt trabajó durante más de un año sobre los personajes antes de buscar la estructura para poder contar lo que querían.

“Había que encontrar un equilibrio, como en la vida real. Los hijos reflejan la educación de los padres y los padres presentan características de los hijos”, explicó el realizador, para quien la película “es una especie de retrato intergeneracional”. Un filme con una compleja estructura, en la que cada personaje pertenece a una generación y pasa por un momento muy diferente de su vida, y que atrapa por la eficaz forma en la que Trier la ha rodado, mezclando realidad y sueños, pasado y presente, sin dar las habituales explicaciones extras que las películas de Hollywood utilizan para que el espectador no se pierda nada, pero tampoco sea capaz de pensar por sí mismo.

Drama social y de denuncia Por su parte, el actor Vincent Lindon es lo más destacado de La loi du marché, un filme social del francés Stéphane Brizé presentado ayer en la competición oficial de Cannes y que denuncia el drama humano causado por la crisis económica y el desempleo. Una historia dura e interesante, pero que se pierde en la lentitud de la narración de Brizé, quien se detiene con un exceso de calma en muchas de las escenas del filme, y en la falta de novedad en el enfoque de un problema tratado en numerosas ocasiones en el cine.

“Este es un año en Cannes en el que hay muchas películas con temática social, lo que es bueno porque mi idea personal sobre el cine es que los filmes que pasan a la historia del cine, en su mayoría, son películas que cuando son rodadas hablan de su momento”, afirmó Lindon. En su opinión, el cine es “un medio extremadamente fuerte” que puede servir quizás no para cambiar la opinión de los espectadores, pero sí al menos para “mostrarles cosas y forzarles a interrogarse y hacerse preguntas”.

La película cuenta la historia de Thierry (Lindon), un hombre que ha perdido su trabajo en una fábrica y apenas puede mantener a su mujer e hijo discapacitado con su nuevo puesto de vigilante en un supermercado. Un supermercado que es el escenario perfecto para Brizé para mostrar las humillaciones laborales y humanas a las que son sometidos los trabajadores por parte de las grandes empresas. Se trata de una película realista con cierto aire documental, algo habitual en los trabajos de Brizé.