Vitoria - Loquillo vuelve “al barro, con dos cojones” con la edición de Código rocker (Warner), disco en el que ha revisado sus canciones y algunas versiones en clave rockabilly con el apoyo del extinto grupo Nu Niles, con Mario Cobo al frente. El barcelonés ha enderezado su tupé, sacado la chupa de cuero del armario y subido a una Triumph para “reinventar mi pasado, del que no reniego”, explica. El Loco, que critica el “estado de guerra civil permanente” actual y pasa de hablar de Catalunya, visitará Gasteiz dos veces en los próximos meses. La más inmediata será este viernes 17 sobre las tablas de la sala Jimmy Jazz.

¿Este disco es volver atrás para avanzar?

-Es un proyecto que tenía desde hace dos años, al terminar la gira de La nave de los locos. La gente no sabe que Mario Cobo fue a mi casa con una maqueta a presentarme a su banda? ¡hace veinte años! Hemos tardado dos décadas en trabajar juntos.

Se habla de una vuelta al rockabilly, pero usted defiende que nunca ha hecho rockabilly puro.

-Así es. Ahora he hecho el disco que me debía a mí mismo y a los roqueros españoles. O de Barcelona, esa gente con la que crecí. Es un acto de fe que incluye canciones pensadas para sonar así pero que por diversas razones, como estar en bandas diferentes o los productores utilizados, no acabaron como yo hubiera querido.

En ‘Soy una cámara’ canta ‘reinventar la realidad investigando en mi lenguaje’. ¿Es eso este disco?

-Esa canción, como todo el disco Arte y ensayo, definen mi postura a la hora de crear. Ahora la defienden otros compañeros, pero yo sigo de siempre esa línea marcada por John Cassavetes. Por eso he hecho discos mayoritarios para poder firmar otros minoritarios. Este disco es del segundo grupo, como Mujeres en pie de guerra, 9 tragos, el de Luis Alberto de Cuenca? Discos distintos.

Casi conceptuales.

-Sí, son habituales en mi carrera y seguiré trabajando así. Para cada proyecto usaré un concepto y unos músicos determinados.

Son canciones de diversas épocas. ¿Cómo las eligió?

-Porque quería otro sonido. Por ejemplo, Piratas era un tema doo woop en origen y con Trogloditas quedó como quedó. Imagínate a Sabino Méndez (su autor) cuando la ha escuchado ahora, con las voces de Velvet Candles. Casi se le caen las lágrimas. O Tatuados, que surgió a lo Johnny Cash en la época de Sun Records, y luego quedó de otra manera. Ahora están hechas tal y como las soñé en su momento.

En ‘Tatuados’ se refiere a ‘un mensaje personal’. ¿Cuál es el del disco?

-Que a veces hay que mirar hacia atrás y recopilar lo que has sido para ver lo que eres y hasta dónde quieres ir. No reniego de mi pasado, pero puedo reinventarlo.

El CD incluye ‘Quiero un camión’. ¿No dijo que su letra era infantil y no volvería a cantarla?

-No de la manera en que se hizo. Hubiera sido fatal no hacerlo con este grupo rockabilly, con Mario al frente. Y yo me guardé mucho de decir que no iba a grabarla otra vez.

Si las canciones suenan como usted deseó, ¿qué papel juegan Cobo y Josu García como productores?

-He confiado en ellos por su trayectoria. Mario es uno de los grandes de este país. Había que ponerle en su sitio y no será mi última colaboración con él. Y Josu, músico en mi banda de directo, está en la sombra de la mayoría de los discos de éxito de los últimos 30 años, incluido el más famoso de Sabina. Con ambos ha sido fácil trabajar porque son canciones que están ahí entre quienes aman el rock’n’roll en este país. Hemos roto la banca y demostrado que no hacen falta las superproducciones. Solo se necesita ir al estudio de grabación con dos cojones y saber lo que hay que hacer.

¿Qué reglas tiene ese ‘código rocker’?

-Es aquello que no hace falta decir porque todos los que están en el follón saben lo que quiere decir. Basta con que nos miremos a los ojos. Hoy es una actitud frente a la mediocridad reinante en la música española.

Dice que se ha hecho mayor, ¿y más sabio?

-Soy mayor y me siento orgulloso de ello. Tengo 54 años, muchas canas y alguna arruga en la cara. ¡Y me encanta! No pretendo ser más joven de lo que soy y mi experiencia me resulta cojonuda.

Eso se advierte en jóvenes como Cobo. Dice que fue fan suyo antes que de Cochran y Vincent.

-Siempre he combinado la madurez y la juventud. Es el secreto del éxito. De joven, intentaba trabajar con gente más mayor; ahora, con los jóvenes.

¿Repetirse es morir?

-No sé si morir, pero aburrido sí (risas). Y no aprendes una mierda. Aprendí con Alberto de Cuenca, trabajando con una orquesta de jazz, con Sabino, Sopeña?

Sigue sin cortarse, atizando a izquierda y derecha.

-Lo hago porque soy un ciudadano a quien le interesa la realidad de su país y quiere mejorarla.

No es algo habitual en el sector musical...

-No sé, yo de pequeño leí a Gabriel Celaya y defiendo aquello de “maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse”. En el mundo del rock hay mucho cobarde y pusilánime. Es gente que piensa que a los demás que les den mientras les vaya bien a ellos. Al grabar con Nu Niles, que han trabajado en el underground musical y ves que son unas estrellas, te das cuenta de lo que mucho que tienes que aprender. Y me parto cuando roqueros de aquí se van a grabar discos de rock a Estados Unidos.

Hay otro disco y un libro a la espera, ¿verdad?

-En poco más de dos meses entramos a grabar la primera fase del próximo disco. Estarán conmigo los mejores: Sopeña, Igor Paskual, Sabino, Josu y Mario. Y espero concluir mi tercera novela antes de finales de año. También será autobiográfica.