DONOSTIA - Luzia, una lingüista recién separada en busca de sí misma, y Víctor, un médico viudo aturdido por la rutina, se conocen al intentar mejorar el estado de una niña afásica que no ha vuelto a pronunciar palabra desde que sus padres murieron víctimas de un atentado. Son los tres seres humanos “golpeados y a la intemperie” que protagonizan la segunda novela de Lourdes Oñederra, publicada en euskera en 2013 y traducida ahora al castellano por la autora. Erein edita esta nueva obra de Oñederra (Donostia, 1958) cuyos personajes “cargan con un gran peso”, según señaló en la rueda de prensa de ayer. Aunque al principio pensaba que Intemperies era una novela “sin drama, en la que no ocurre nada”, al realizar la traducción se ha dado cuenta de que “no es cierto”. “Es un libro muy de momentos, aunque algunos sean estáticos y las cosas sucedan en la mente de los personajes”, apuntó la escritora, que no solo se ve reflejada en Luzia, lingüista como ella, sino que se ve “repartida en todos los personajes”.

Si su debut en la literatura, Y la serpiente dijo a la mujer (1999), “era una novela de separación”, la segunda “es más de convergencia”. En ella, añadió el editor Iñaki Aldekoa, el futuro “está siempre abierto” y describe un “espacio de intimidad” que requiere “experiencia, madurez, curiosidad y sensibilidad” por parte de la escritora.

Aunque casi todos los lectores se fijan en el vínculo que surge entre los dos protagonistas adultos, Oñederra destaca “la relación de amor” entre la mujer y la niña. La donostiarra confesó su “fascinación por el cuerpo y la mente” del ser humano, al tiempo que añadió que nadie mejor que ella para mirar en su propio interior. “Sospecho que mi interior no es tan diferente del de las demás personas, por lo que ahí podría estar el secreto del éxito de mis novelas”, dijo sobre una obra traducida al inglés, al ruso y al italiano.

La traducción “Ha sido difícil trabajar sobre mi propio texto porque no me gusta releer, y mucho menos releerme a mí misma”, aseguró sobre el trabajo de traducción. Se ha tenido que enfrentar a retos como el género, los pronombres o el ritmo lingüístico, pero también ha sido “muy gratificante” porque le ha permitido “jugar con sus dos lenguas”, el euskera y el castellano, y ha vivido como “un privilegio” escribir en un idioma que tiene una “riqueza real” de tantos siglos. Según añadió, el proceso consistió en “volver a parir un texto que fluyera también en castellano”. Confesó haber tenido tentaciones de reescribir la trama, pero las resistió y se mantuvo fiel. - J.G.Andrés