Conocidas de sobra son las múltiples facetas que Mauro Entrialgo es capaz de desarrollar. Sí, el cómic es su medio natural pero ahí está su faceta musical, sus trabajos para el cine y la televisión... y un largo etcétera imposible de resumir en el currículum del artista gasteiztarra. Y, por supuesto, también está el teatro, un camino que Díabolo Ediciones ha recopilado ahora en un libro que desde el pasado mes de diciembre es una realidad y cuya paternidad también pertenece a el actor y director Eloi Beato y el dibujante Santi Orue. Al fin y al cabo, el camino a veces se hace solo pero nunca está de más tener compañía.
Mucho teatro es escena y humor al mismo tiempo, puesto que en el caso de los tres la sátira, el surrealismo, la comedia o todas las palabras que se quieran buscar relacionadas a lo mismo van siempre, o casi, unidas a su trabajo. En este caso, a lo largo de más de 400 páginas, el lector, que tal vez en su día fue también espectador, se encontrará con una nueva representación de Herminio y Miguelito, 30 millones de gilipollas, ¡No hay huevos! y Se empieza por los porros.
De todas formas, la publicación no se detiene en una recuperación de las palabras y situaciones que compusieron estos cuatro textos. Además, incluye un pliego a color de 16 páginas con material gráfico: carteles, octavillas, fotos de representaciones, bocetos de decorados... y de propina también recoge el guión de un sketch para televisión que nunca llegó a grabarse.
Los cuatro montajes fueron realizados en un periodo relativamente corto de ocho años. La primera obra en tomar forma y fondo fue un Herminio y Miguelito que la compañía alavesa Sobradún llevó al escenario en 1994. De hecho, el grupo, del que formaron parte Gorka Aginagalde, Iñaki Rodaballo y el añorado Ion Gabella, fue el encargado de subir a las tablas tres de las cuatro creaciones escénicas de Entrialgo.
La siguiente, realizada junto a Beato, llegó sólo dos años después y fue 30 millones de gilipollas, pieza que después también fue llevada por diferentes teatros por otras compañías. Y casi sin respiro, en 1998 y de nuevo con el mismo aliado en la escritura, se encontró con los espectadores No hay huevos. El punto final, por lo menos de momento, se produjo en 2001. Esta vez junto a Santi Orue, el telón se levantó para Se empieza por los porros, de cuya puesta en escena se encargó la compañía Tres Tristes Tigres, consiguiendo una nominación a los Max en el apartado espectáculo revelación.