EN más de una ocasión he calificado a los programadores de los canales televisivos de auténticos profesionales de riesgo por la enorme responsabilidad que tienen a la hora de decidir el emplazamiento de un programa en la parrilla de emisión. Cuando un producto llega a sus manos deben decidir a qué día de la semana va y en qué franja horaria, y a continuación ponerse bajo el amparo de San Cucufate, que es el santo patrón de los televisivos programadores, o enviar dos docenas de huevos a las clarisas o ponerse duro cilicio para impetrar la protección del cielo. Los programadores en su trabajo tienen dos instrumentos en la mano, las encuestas de opinión de consumo que vienen de los audímetros y el fino olfato de la naricilla o narizota a la que todos estamos pegados como dijo el mordaz Quevedo, y que les inclina a tomar una u otra decisión que les encumbra en la empresa o les manda directamente a la nutrida cola del paro. Los estudios de audiencia señalan que el día que mayor número de telespectadores se apoltrona frente al televisor es el lunes, con consumos muy millonarios entre las 21 y 24 horas y que son un suculento granero para las medias matemáticas de consumidores a presentar ante los planificadores de medios. Por ello, las cadenas echan el resto en el primer día de la semana en el que La 1 ha presentado un capítulo más de Isabel, serie de gran éxito televisivo porque de contenido histórico hay serias dudas. Mediaset ha ofrecido la nueva temporada de Lo que se avecina y los editores planetarios han programado otro capítulo de la serie que arrasa, El tiempo entre costuras. Estas tres ofertas copan la noche del lunes en una clara demostración programadora de que para querer ganar hay que poder y estos tres canales pueden. En cualquier caso alguien habrá tenido un disgusto en el despacho al leer los datos de audiencia del día anterior; gajes del oficio programador.
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