Londres. Miraba con curiosidad a su alrededor, moviendo un poco sus bracitos, en brazos de su padre el príncipe Guillermo: así se vio ayer al príncipe Jorge de Inglaterra a su llegada a la capilla del palacio St. James de Londres donde fue bautizado. A sus tres meses, la ceremonia fue para el pequeño Jorge algo así como su primera aparición pública. Porque hasta ahora solo lo habían filmado las cámaras en una ocasión, al salir del hospital tras su nacimiento.
El interés mundial por el tercero en la línea de sucesión al trono británico es gigante y para el pequeño, el equilibrio entre las esferas pública y privada ya todo un tema. Sus padres Guillermo y Catalina se esfuerzan para protegerlo y al mismo tiempo para responder a las demandas de la opinión pública. El bautizo se convirtió precisamente en un ejemplo de cómo intentan posicionarse en un camino medio entre tradición y modernidad.
A las televisiones y los seguidores de los royal les hubiera gustado un gran acto, pero el palacio dijo desde el principio que se prefería una ceremonia privada para celebrar la entrada del príncipe Jorge en la comunidad cristiana anglicana. Los bautizos, sin embargo, no han sido tradicionalmente celebraciones pequeñas en la familia real británica; por eso llamó la atención el hecho de que como lugar fuera elegido la capilla del palacio de St. James, con poco más de 20 invitados, en lugar del Buckingham Palace.
Guillermo y Catalina se mostraron como una familia totalmente normal. La foto oficial, que se espera algo más rígida y formal, se publicará hoy. Ayer todo parecía más informal y familiar, pero al mismo tiempo se siguieron determinadas tradiciones, como la elección de siete padrinos para Jorge. La más famosa y única de la familia fue Zara Tindall, la prima de Guillermo. Del resto, la mayoría son amigos de los tiempos de la escuela y la universidad de los padres del pequeño.