vitoria. Rosendo, aquel tipo corriente de barrio de melena lacia, nariz prominente y riff guitarrero raka raka que lideró Leño hace casi cuarenta años, sigue en la pelea, sin dar su brazo a torcer aunque muchos de sus colegas están al borde de la jubilación. Aunque en su caso no haga falta, por experiencia, el de Carabanchel, a punto de cumplir 60 tacos, asegura que "la vida fluye en los versos de una canción". Y lo evidencia en su nuevo disco, Vergüenza torera (Warner), que agrupa sus canciones más cabreadas, políticas y sociales de los últimos años.

Sin morderse la lengua, cabreado y muy pero que muy harto. Así ha vuelto Rosendo (Madrid, 1954) esta semana, más urbano que poeta y envuelto en un paisaje emocional que no deja de ser la traslación de la vida que late en las calles y corazones de este 2013, traducida en un disco de guitarras rock rudas pero con espacio para los tempos calmos y letras que funcionan como un espejo y reflejan nuestra necedad, mezquindad, mentiras y represiones varias.

Tres años después del destacable A veces cuesta llegar al estribillo, Rosendo nos sorprende con su décimo quinto disco y once canciones contundentes e "inevitables", ya que el veterano rockero se ha visto "obligado" a contar, cantar y guitarrear sobre "lo que vivo a diario, agobiado con el desastre político que vivimos", según indicó a la agencia Efe. Nada nuevo, por cierto, aunque ahora sí se muestra más claro que nunca, regresando a los tiempos más "minimales" de Leño, cuando hace casi 35 años cantaba "es una mierda este Madrid, que ni las ratas quieren vivir".

Las cosas no han cambiado tanto, ya que el de Carabanchel sigue cabreado en el tema titular de su disco nuevo, en el que, utilizando un vocabulario repleto de vocablos taurinos, se lamenta: "¡¡qué pena, qué frustración, qué triste porvenir, serena desilusión, qué mierda de país!!". Y no contento con estos versos, abunda en su rabia al cantar "montan la barraca y venga tiovivo? es evidente, mienten, continuamente, aunque revienten", dardos dirigidos claramente a la clase dirigente actual.

Rosendo, más re-ferente rockero estatal que nunca tras la jubilación de Miguel Ríos y la disolución de otros veteranos como Barricada, se muestra muy claro en 2013 con un disco grabado con su formación habitual y básica de los últimos años, sin teclados y con la ayuda principal de Eugenio Muñoz a la producción y la sección rítmica formada por el batería Mariano Montero y el bajista Rafa J. Vegas. Su hijo, Rodrigo, le apoya en la composición de una letra en un disco que muestra que Rosendo sigue teniendo una historia y algo que decir.

cazurro, no servil Y lo hace como siempre, con su rock cazurro y eléctrico, ahora alternando algunas estructuras irregulares como las de Al lodo brillo con otras piezas más claras y de riffs y solos poderosos, como Haciendo cábalas, Muela la muela o Ni fu, ni fa. Y ya sin la velocidad de antaño, busca nuevas sonoridades e inflexiones vocales en Dubitando y se luce en tiempos medios como Autócratas y en la balada acústica y orquestal A remar. Además, reivindica su oficio en Haciendo cábalas, en la que canta "he de reconocer que trabajo por dinero y puedo decir que sí, que me siento un hombre entero".

Rosendo, que ha llegado a 2013 "por mis propios derroteros y después de regatear a rufianes y agoreros", no deja títere con cabeza en sus letras, tan irónicas y juguetonas como siempre (cuando juega a las repeticiones) como claras cuando aparece hastiado -"estoy de ti hasta lo indecente"- entona versos contra "los autócratas henchidos de hiel y su corte clerical", los "necios de mala fe, encubriendo ladrones, cuanto lastre gubernamental contra los riñones" o "el molino del patrón".

Político y rockero, con rabia pero también con la ilusión necesaria para "redimir la realidad". Ese es el Rosendo actual, el que canta "si duele, que duela, viva la revolución" y el que entona "ha salido el sol, el viento sopla a favor".