Donostia. Una película sobre la vida de los vascos rodada en plena II Guerra Mundial por un cineasta alemán es una de las piedras angulares de Una esvástica sobre el Bidasoa, un documental que mezcla la crónica histórica de aquella época con testimonios personales que muestran la cara humana de los acontecimientos.

El filme, que se estrena mañana a las 20.45 horas en la sala 2 de los cines Príncipe dentro de la sección Zinemira dedicada al cine producido en el País Vasco, "promete sorprender", según sus directores, Javier Barajas y Alfonso Andrés. "Todo el mundo ha oído mucho sobre los nazis, pero nadie se los imagina aquí, nadie piensa en que también estuvieron en Donostia", aseguran ambos, que han querido enfocar la situación de la II Guerra Mundial desde otra perspectiva. "Va a sorprender el papel que tuvieron algunos alemanes", afirman. "Cuando se menciona la esvástica siempre hay un morbo detrás y eso afecta eso a los que vivieron en la época".

Además, la película muestra cómo afectó la contienda a los vascos, que acababan de pasar la Guerra Civil. En su búsqueda, los directores se encontraron con material interesante. "Fuimos descubriendo que la zona del Bidasoa era un puente de conexión entre dos regímenes totalitarios y los vascos estaban en la mitad", dicen. Además, los nazis se vieron interesados por la pureza de la raza de la que hablaba el nacionalismo vasco y eso hizo que su interés en este pueblo fuese mayor desde un punto de vista político.

En cuanto a aspectos más formales del trabajo, no se trata de un documental al uso, con una voz en off que va narrando los hechos. Una esvástica sobre el Bidasoa presta el micro a varios historiadores, sobre todo a Ludger Mees y Santiago De Pablo, catedráticos de la UPV/EHU. También hablan los hijos de varios alemanes, como por ejemplo Nicolas Brieger, hijo del cineasta nazi que filmó la película sobre los vascos, Im lande der basken y que estos días visitará Donostia.

Otro de los protagonistas es el hijo de un miembro de la policía alemana en San Juan de Luz, Loffler, que cuenta lo que sabe sobre lo que su padre hizo por estos lares. Por su parte, el hijo del cónsul en Biarritz narra lo que sucedía en la zona porque él lo vivió en primera persona.

"Son una serie de historias personales que se entretejen alrededor de los sucesos que todos conocemos". Con sus experiencias y sus testimonios se consigue que el documental tenga su lado humano, más emocional, en el que se puede comprobar también el peso que tiene el pasado.

Pero no todo pueden ser emociones, por lo que los historiadores han aportado una base documentada a los testimonios para dar un punto de vista riguroso al documental. "Es fundamental contrastar los datos, hay que darle credibilidad e hilar todos los testimonios", afirman Barajas y Andrés. Buscar un equilibrio entre la rigurosidad, la exactitud, y el nervio, la emoción, ha sido difícil para los directores, que han querido imprimir al documental ritmo y profundidad.

experiencia enriquecedora. Su trabajo empezó con la búsqueda de documentación y archivos, para lo que contaron con la ayuda de varios historiadores. Poco a poco fueron desenterrando tesoros, topándose con nuevos fondos documentales. Pero el mejor hallazgo fue el filme rodado por el cineasta alemán, del que sólo existe una cinta original. Más tarde pudieron encontrar otra copia depositada en la filmoteca hace pocos años. "Lo primero que hicimos fue visionar la película", comentan los directores. Después, contactaron con el hijo, Nicolas Brieger, para ver qué podía aportar.

Realizar el documental ha sido una experiencia "muy intensa" para los directores. Aseguran que, sobre todo, han disfrutado de la filmación, que ha sido lo más enriquecedor. Conversar con los que vivieron en sus carnes la época o con hijos de los protagonistas de la historia fue lo más conmovedor, en su opinión. "Al hablar con ellos ves cómo pasa la historia por delante de tus ojos", afirma Barajas. "Algunos se morían de ganas por contarlo, otros sufrían al recordarlo", explica. Según los directores, para algunos fue una liberación y para otros, una catarsis. Todo eso supuso un aprendizaje para el equipo del documental y los directores aseguran que, "sobre todo, nos sorprendimos mucho". Confían en que si ellos mismos se sorprendieron, podrán conseguir el mismo efecto en los espectadores.