Aunque a veces se intente vender la imagen contraria, la realidad habla de que cada vez hay más espacios que cierran sus puertas a los creadores locales, autores en distintas disciplinas que en demasiadas ocasiones ven cómo tienen más trabajo y más reconocimiento fuera que en su propia casa. Ejemplos se pueden poner muchos y ahora mismo, más que nunca. Pero de vez en cuando la tendencia general tiene sus excepciones.

No es la primera vez que Josu Izarra se muestra. Se podría echar la mirada a aquella exposición en solitario que hizo en 2005 en la Escuela de Artes y Oficios, centro al que volvió un año después en compañía de Adrián Ruiz de Hierro. O la realizada en 2008 en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa. O... Son solo algunos de los pasos dados por este fotógrafo joven pero al mismo tiempo veterano, un creador con el obturador impreso en el ADN familiar cuya labor ha obtenido en estos años no pocos premios estatales e internacionales. Y son estos galardones los que sirven como excusa a la Sala Fundación Caja Vital para reunir la obra del autor y enseñársela a sus visitantes hasta el próximo 9 de junio.

No es nada sencillo conseguir que profesión y devoción coincidan, y menos en los tiempos actuales. Por fortuna para Izarra, en su caso lo ha conseguido. La fotografía forma parte de su vida desde que era un niño y junto a ella ha crecido. "Estaba genial cuando era pequeño porque acompañaba a los mayores pero yo no tenía la obligación de trabajar, era libre para fotografiar lo que quisiera", recuerda.

Hace como unos doce años, de todas formas, la afición se convirtió en el trabajo y son esas dos vertientes las que, más allá de otras divisiones, marcan De lo global a lo local. Algo más de 230 imágenes componen un recorrido donde lo profesional y lo artístico se confunden para mostrar, a modo de una retrospectiva que en realidad no pretende serlo, un sello propio, un modo de hacer que ha obtenido premios como los Goya de Fotografía, los Lux, los WPPI Awards of Excellence entregados en Las Vegas... bueno, la lista es larga.

"Siempre buscas tu propio lenguaje, esa forma de hacer que haga que cuando alguien va una imagen tuya sepa que es de Josu Izarra. Es algo complicado de conseguir y se necesita tiempo, pero creo que lo voy consiguiendo", explica, al tiempo que recuerda cómo hace diez años, por ejemplo en la cuestión de los reportajes fotográficos, "algunos aquí empezamos a hacer fotos donde sólo se veían los pies de los novios y nos caían unas críticas encima que eran enormes. Pero hoy eso es lo habitual".

Ese lado profesional tiene dos áreas bien identificadas en la exposición inaugurada ayer por la tarde. Por un lado, la dedicada a los enlaces, un mundo que ha cambiado mucho en estos años y en el también hay mucho intrusismo. Por otro, la labor desarrollada para el mundo publicitario en general, proponiendo una mirada particular a las producciones realizadas junto al estilista Gorka Nevado. De hecho, el próximo 1 de junio ambos realizarán una sesión en la sala de exposiciones ubicada en la plaza de los Fueros que estará abierta a todo el que se quiera acercar para conocer de primera mano cómo se llevan a cabo estas propuestas.

En el tránsito que la muestra realiza entre lo profesional y lo personal aparecen como puente las imágenes que Izarra construyó en dos años distintos con los integrantes de la banda norteamericana de jazz Tuba Skinny a su paso por el festival de la capital alavesa, unas instantáneas que los lectores de este periódico conocen bien puesto que incluso fueron portada de DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA, una primera página que el creador ha querido incluir en la exposición.

Estas fotografías son la unión con lo propio, con eso que se podría denominar de autor. Son las imágenes realizadas porque sí, por gusto, por necesidad, por reclamo. Es aquí donde la devoción le pida a la profesión que descanse, a pesar de que una y otra sean la misma. "Todo me gusta, pero sin duda esta parte de la muestra es mi preferida", admite.

Hay instantáneas nuevas, fotografías que se proyectan sin parar, demostraciones audiovisuales de cómo se puede tratar cualquier imagen, cámaras de distintos tipos utilizadas por el creador a lo largo de su trayectoria, gran parte de los premios conseguidos... todo conducido por los textos que Izarra ha querido incluir de manera premeditada, palabras "en las que descubrir lo que hago y cómo" pero desde un punto de vista tan ajeno y próximo a él como lo escrito por su pareja.

Todavía, eso sí, son muchas las cosas que tienen que suceder en la vida profesional de Izarra. Y, por tanto, seguro que habrá otras oportunidades de encontrarse con su labor en una sala de exposiciones. Sus 33 años son tal vez la mejor garantía de lo que queda por delante. Detrás está ya una larga colección de galardones que él sabe cuál es su mejor uso. "Son los que me han dado a conocer y para eso los he utilizado ante todo", reconoce.

No en vano, la idea de esta exposición nació de esa circunstancia. El hecho de que Izarra apareciese en los medios de comunicación a raíz de los reconocimientos obtenidos dentro y fuera del Estado fue lo que llevó a la Sala Fundación Caja Vital a ponerse en contacto con él para ofrecerle la posibilidad de hacer esta muestra. "Es más, ni siquiera nos conocíamos en persona", recuerda Fernando Martínez de Viñaspre, comisario de esta producción. Y es que a veces la prensa sirve para algo.

A partir de ahí, el trabajo conjunto con el trabajo ha sido constante hasta llegar al resultado final que ya está a la vista del público. "La libertad que he tenido a la hora de hacer la selección ha sido total. He tenido las manos libres para traer todo lo que quería y dejarle a Fernando que se ocupase de diseñar el montaje de la muestra. Cada uno sabe de lo que sabe", dice el autor.

De todas formas, ese proceso es pasado. El presente es el encuentro con el público, con el espectador que ya sabe de Izarra pero también con el que, a pesar de los premios, las exposiciones y los trabajos anteriores, no le conoce. Y el futuro es, aunque parezca mentira en un contexto como el actual, seguir trabajando, disfrutando, como él mismo dice, de esa suerte de que la profesión y la devoción coincidan.