La propia existencia del ser humano parece estar ligada de manera irremediable a males de los que no sabe o no quiere librarse por mucho que pasen los siglos, las sociedades, las culturas, las ideologías. El abuso de poder, la dominación de los otros, el despotismo... como se quiera denominar, es una de esas enfermedades crónicas que, en momentos como los actuales, parece recobrar fuerza sin que exista remedio efectivo que pueda acabar por completo con el mal. ¿O tal vez sí existe el antídoto definitivo?
A más de un adulto seguro que no le cuadra que un libro destinado a menores de entre 8 y 12 años hable de estas cosas. Ya se sabe, no son cosas para ellos y ellas. O eso piensan algunos. No es el caso de Txabi Arnal, autor, junto a su hermano Manu y el ilustrador Roger Olmos, de El rompecabezas (OQO Editora). "Temas como el abuso de poder no pueden ser un tabú. Pero se tratan así porque para nosotros son cuestiones incómodas de explicar, no sabemos cómo tratarlas", explica el escritor sobre un álbum que, de todas formas, él entiende interesante y atractivo para personas de cualquier edad.
Esta historia de ficción creada a seis manos tiene, en verdad, una base más que real. El movimiento asambleario del 15M y sus protestas iniciales tomando las plazas y las calles de diferentes puntos del Estado antes y después de las elecciones municipales de primavera de 2011 sirvieron como cimiento al primer borrador que Manu Arnal realizó de un argumento que después Txabi desarrolló en forma de cuento para después tomar su cuerpo definitivo de la mano de las ilustraciones de Olmos. Y todo para viajar a un lugar que podría ser cualquier pueblo para conocer a un manipulador que podría ser cualquier mandatario. Por desgracia, los periódicos están llenos cada día de ejemplos de ello. La mayoría de las veces, las cosas acaban mal. En el caso de El rompecabezas, hay que sumergirse en sus páginas para encontrar la solución.
Palabra e imagen conforman el armazón de un álbum en el que ambas herramientas de expresión no son complemento la una de la otra, sino que ambas trasmiten y es necesario pararse en ellas al mismo tiempo para comprender lo que se cuenta de manera expresa y lo que se intuye. "Ha sido un trabajo muy fluido, porque encontrarse con Olmos, y eso ha sido gracias a la editorial, ha sido fantástico. Sus ilustraciones suman, contando fragmentos de la historia que en realidad no existen en el texto", comenta Txabi Arnal, quien recuerda que el artista catalán "tuvo que inventarse los personajes de cero porque no le dimos ninguna descripción".
El resultado son imágenes oscuras, inquietantes, por momentos incluso duras, como el argumento que desarrollan los hermanos Arnal. "Sin embargo, estamos teniendo algunos encuentros escolares con el libro y los chicos y las chicas se sienten muy atraídos por lo que se les cuenta, no les asusta. Los adultos tenemos la costumbre de mostrarles un mundo tan rosa, que cuando se encuentran con personajes oscuros, gozan. Les presentamos una cultura edulcorada demasiadas veces sin tener en cuenta que el miedo, por ejemplo, es una sensación real que todos tenemos y sentimos. No puedo más que detestar esos libros en los que la literatura deja de ser un arte para convertirse en una herramienta educativa, por mucho que esté de acuerdo con los fines que se persigan en ocasión. Puede que haya títulos útiles como guías didácticas pero no hay que confundirlos con la literatura", apunta.
Bajo esa premisa se construye El rompecabezas, una nueva colaboración de Txabi con la editorial OQO tras Tres hermanas ladronas, El corazón del sastre y Caja de cartón. El álbum, aunque Arnal admite que por supuesto que tiene moraleja, quiere ser un disfrute que invite a pensar, no un libro educativo sobre el buen gobierno. "No se habla de cosas tan extrañas. Lo estamos viviendo ahora. ¿Es que el padre o la madre de cualquier niño o niña no está en el paro o en riesgo de ello? ¿Cuando sus familias son desahuciadas, acaso ellos y ellas no sufren las consecuencias? Conocen y viven el hoy".