Madrid. En tiempos aciagos, un hombre hecho a sí mismo desde muy abajo como Carlinhos Brown parece un gurú de las crisis. Su receta frente a la adversidad pasa por aprender, compartir y abrazar la alegría, sin perder de vista los problemas ni repudiar la tristeza. "Lo que no quiero es el dolor", reconoce.

Dicen quienes le ven actuar en directo que este percusionista, compositor e intérprete brasileño no conoce la desazón. Él precisa que alegría y tristeza son dos emociones vinculadas como las olas del mar y, tras dejarse mecer por el intimismo de Diminuto (2010), se presenta ahora bravío, eléctrico y efusivo en Mixturada Brasileira, que salió ayer a la venta. El título procede del término portugués misturada, mezcolanza, apropiado para definir un disco que reúne siete composiciones inéditas y algunos retazos del pasado de Brown, como Magolehna, Selva branca o Página futuro, de su etapa con Tribalistas, redefinidos bajo nuevos ritmos. La x de Mixturada simboliza el cruce de culturas que es la música brasileña y, en este caso, el encuentro inevitable y creciente entre la percusión y la música electrónica, que no hace sino nutrirse de "los tambores primitivos", opina.

El autor de Maria Caipirinha, que se vanagloria de haber creado la tecnobatucada en los noventa, opina que su lenguaje ha llegado a un punto de madurez en este proyecto que ha contado con DJ DeepLick como productor y colaboraciones de Ivete Sangalo y Tego Calderón, entre otros. "Podría decir que, ahora que no se venden discos, no hago más música. Pero no, éste es el momento en que más tengo por hacer", afirma Brown (Salvador de Bahía, 1962). Desde su filosofía, el ritmo cumple un cometido telúrico fundamental, como "una escoba que limpia los sentimientos". "Son un activo de la naturaleza, como los árboles, motores que hacen que la rueda de La Tierra gire. El cosmos escucha cuando suena la batucada", añade.

En su opinión, la música es un anestésico frente a la crisis ("baila, que es bueno porque iguala"), pero también tiene un mensaje que transmitir: "El mundo está cambiando y, o nos cuidamos, o nos acabamos como los dinosaurios". "Si no vemos los problemas, estaremos enfermos", asegura este hombre que surgió de una de las colonias más pobres de su ciudad y se ha convertido en una personalidad a nivel mundial, con decenas de proyectos sociales en marcha. Como experto en crisis ("soy brasileño de ascendencia africana", dice a modo de credenciales), señala que el secreto para escapar de la miseria es "compartir palabras, encuentro y cariño". Defiende además un "consumo responsable" de los recursos naturales, un "compromiso moral íntimo" para guiarnos en sociedad, más allá de un modelo basado en la rígida legalidad, y un amor por la vida que nos invite a conocer más.