madrid. La cineasta Josefina Molina, Goya de Honor 2012, aseguró ayer en un encuentro con periodistas en la Academia de Cine que la visibilidad de las mujeres en el mundo del cine es "menor", al tiempo que criticó que hayan "reaparecido viejos fantasmas que parece que no quieren" que las mujeres cineastas rompan su "techo". "En ocasiones se nos ningunea, se nos margina y se dice que hacemos cosas de mujeres, como si fuéramos un gueto", subrayó.
En esta línea, planteó que las películas dirigidas por mujeres "han pasado generalmente desapercibidas y, si no, se han metido en el cajón de mujeres directoras, algo que no pasa con los hombres". Por eso añadió que "la igualdad de oportunidades sería buena para nuestro cine, ya que hay que ver el mundo desde todos los ámbitos y con equilibrio". Molina recordó que en la época en la que ella intentó hacer cine, no era esa una empresa "fácil", y destacó que ya "el primer hándicap era la familia". Así, indicó que ella tuvo que "luchar contra la inercia" de la sociedad, y señaló que al mismo tiempo que atendía a su profesión, tenía que hacer sus "tareas como ama de casa". Molina es la tercera mujer en recibir el Goya de Honor, tras Rafaela Aparicio (1988) e Imperio Argentina (1989), y durante su charla con los periodistas también mencionó nombres tan relevantes como los de Pilar Miró, Cecilia Bartolomé, Icíar Bollaín, Isabel Coixet o la navarra Ana Díez. "Hay en nuestro cine mujeres jóvenes muy importantes, mejor preparadas que las de mi generación y con las ideas muy claras", dijo.
Sobre su propia trayectoria, admitió ser "muy autocrítica y perfecconista", y precisamente por eso no quiso destacar ningún trabajo por encima de otro. Eso sí, resaltó que en todo lo que siempre ha hecho, ya sea en cine, televisión o teatro, ha hablado de "la libertad de la mujer para tomar su propio camino".
Nacida en Córdoba en 1936, Molina fue la primera mujer en obtener el título de Dirección en la Escuela Oficial de Cinematografía. A partir de ahí, simultaneó trabajos en cine y televisión. En su opera prima, Vera, un cuento cruel (1973), se lanzó de lleno al género fantástico. Fue en 1981 con la transgresora Función de noche cuando alcanzó su cénit profesional. Esta cinta fue una exploración del mundo de la pareja a través de la relación de dos actores: Lola Herrera y Daniel Dicenta que, por entonces, llevaban separados quince años.