Madrid. Diez años después de la muerte de George Harrison, la reedición de su música y la mirada de uno de sus fans más ilustres, el cineasta Martin Scorsese, han liberado al Beatle más enigmático de la alargada sombra de Lennon y McCartney. Harrison falleció de cáncer a los 58 años el 29 de noviembre de 1991 en un hospital de Los Angeles. Su larga enfermedad le permitió cumplir su objetivo de preparar a conciencia "el momento en el que debía abandonar su cuerpo", relata su viuda, la mexicana Olivia Trinidad Arias, en el documental recientemente estrenado por Scorsese, Living in the Material World.

Vayamos a 1965. Los Beatles ruedan con Richard Lester su segundo largometraje, Help!. La disparatada trama incluye una escena en un restaurante indio, donde un grupo de músicos ameniza la comida con sonidos tradicionales. Cuenta Harrison que cuando terminaron de rodar se puso a jugar con los instrumentos, se sintió atraído por su sonido, fue a una tienda y se compró un sitar. Tuvo ocasión de utilizarlo al poco tiempo en el álbum Rubber Soul, cuando buscaban un arreglo para Norwengian Wood, canción de Lennon que no terminaba de despegar. Fue un hallazgo: con esos sonidos orientales, la música pop daba un salto hacia horizontes insospechados.

Harrison encontró en la música india un camino de afirmación artística para hacerse un hueco entre los colosos Lennon y McCartney, y de búsqueda espiritual, en un momento en el que empezaba a sufrir los efectos de la asfixiante fama del grupo. Fue guiado por Ravi Shankar, el gran maestro de la música india, quien le introdujo en las técnicas del sitar y en la meditación trascendental. Harrison no se conformó con incorporar nuevos sonidos a los discos de los Beatles, sino que arrastró a todo el grupo a la India en 1968 para seguir enseñanzas sobre meditación.

En los últimos años, el productor artístico, George Martin, se ha lamentado de no haber prestado más atención a las composiciones del guitarrista, que fue acumulando material a la espera de poder colar sus temas entre los que llevaban la firma de Lennon-McCartney.

Harrison se vengó tras la disolución del grupo, cuando dio rienda suelta a toda su creatividad en All Thing Must Pass, el monumental triple LP que es considerado la mejor obra de un Beatle en solitario.

Un año después promovió en Nueva York el primer macroconcierto benéfico de la historia, en favor de las víctimas de las inundaciones en Bangladesh. Su poliédrica personalidad le permitió mezclar lo espiritual y lo material. Harrison se compró un palacio inglés para vivir y recorrió los circuitos de todo el mundo debido a su pasión por los coches.

Sus problemas con la cocaína y su carácter mujeriego son revelados de manera sutil por Scorsese, quien le muestra, además, como un catalizador artístico capaz de reunir a su alrededor en los años ochenta a Bob Dylan, Roy Orbison, Tom Petty y Jeff Lynne, en un quinteto de ensueño llamado Travelling Wilburys.

Las reediciones de los álbumes de los Beatles y de sus discos en solitario han facilitado nuevas lecturas del legado de un artista que buscó un camino más allá de la fama y que abrió al mundo su fascinante vida interior.