Hoy ya casi nadie ve al teatro para los más pequeños como un arte menor, como un mero entretenimiento en el que a veces incluso se trata al espectador como, siendo finos, poco inteligente. El trabajo de muchas compañías, programadores, educadores, expertos, ferias y festivales ha hecho que, con el paso del tiempo, la consideración sea bien diferente, existiendo redes europeas en su favor, citas especializadas de gran prestigio como el FETEN de Gijón, documentación y dramaturgia de lo más diversa, etcétera. Ahora puede parecer normal hacer una ópera para niños y niñas, o un montaje de danza contemporánea, o... pero hasta hace no mucho, propuestas así eran un auténtico milagro.

En esa labor de prestigiar la producción escénica destinada al público de menor edad, Gasteiz ha mantenido desde hace varias décadas un compromiso innegable. Y lo ha desarrollado de la mano de varias de sus compañías profesionales y amateurs pero también, desde el punto de vista de la programación, empezando por su cita de referencia anual, el Festival Internacional de Teatro, que ahora está celebrando su trigésimo sexta edición.

El certamen dio un paso importante en 1991 y creó dentro de su estructura un ciclo específico para los más pequeños. Fue una apuesta en un año complicado, cuando el festival se estaba llevando a cabo en el Europa por las reformas del Principal. Pero aquella apuesta inicial no se produjo en el palacio de congresos, sino en el Beñat Etxepare, el escenario del primer centro cívico de la ciudad, un Iparralde que se había estrenado un año y medio antes. La idea era sencilla: formar a los espectadores del mañana sin olvidar en ningún momento que ya eran público por mucho que tuviesen sólo 5, 7, 10 o 13 años. Y ese es un objetivo que ha permanecido invariable en estas dos décadas.

Los vascos Samaniego y Tanttaka, y los italianos Teatro del Carreto fueron los encargados de protagonizar las tres obras inaugurales de un proyecto que ha ido creciendo con el paso del tiempo hasta llegar a tener una sección hermana destinada a aquellos que tienen entre unos pocos meses y tres años (sin olvidar, aunque no sea dentro del festival, la labor que se hace desde el Txoroleku).

Tanto han cambiado las cosas en estos 20 años que ya ni siquiera se puede hablar de teatro infantil, lo recomendado es decir familiar. La razón es simple, los montajes tienen un público objetivo bien identificado pero sin olvidar nunca que entre los que ocupan las butacas hay también adultos a los que es necesario atender puesto que son los que pagan la entrada y acompañan al menor. Es decir, si se aburren, no regresan y eso es un problema.

Por lo menos en Gasteiz parece que esa labor se está haciendo de manera correcta. O así por lo menos lo constatan los datos de asistencia media que el ciclo familiar obtiene durante cada Festival de Teatro así como en la temporada de invierno (en primavera no se suelen organizar espectáculos de este tipo o no por lo menos bajo techo por el buen tiempo). El Principal cuelga casi siempre el cartel de completo, si bien es cierto que no se sacan tantas entradas a la venta como si de una obra para adultos se tratara, salvo alguna excepción. Entre el 95 y el 100% suelen estar los porcentajes de ocupación del aforo media de los últimos diez certámenes. Casi nada.

En crecimiento Desde ese estreno en 1991, el Festival Internacional de Teatro de Vitoria ha ido viendo cómo su propósito de engatusar al público más joven ha ido no sólo enganchando a diferentes generaciones sino aumentando la apuesta.

El Beñat Etxepare fue sede del ciclo familiar durante sus dos primeros años de existencia. Sin embargo, este escenario ha seguido vinculado a un menester bien parecido con la programación de teatro Escolar de Paraíso. El certamen, además, de llevar a los niños y niñas al Principal, extendió durante varios años sus redes por otros puntos de la ciudad como el centro cívico Arriaga.

Pero, sin duda, el punto de crecimiento más importante que el festival ha impulsado en este tiempo se produjo en 2000. Por primera vez, y en paralelo al ciclo familiar, se organizó un certamen para espectadores de menos de tres años en el que tomaron parte los grupos Teatro de la Guimbarde (Bélgica), La Baracca (Italia), Lasal, Tyl-Tyl, Taun Taun Antzerkia y los ya mencionados Paraíso.

A partir de 2003, la experiencia con los bebés dejó de ser algo esporádico. Se estableció un ciclo como tal dentro del festival que se viene repitiendo de manera ininterrumpida desde entonces gracias a la colaboración entre la compañía de Abetxuko y la Red Municipal de Teatros. Es más, no sólo se han realizado representaciones de todo tipo desde entonces hasta ahora, también distintos talleres. Actividades, unas y otras, que en estos años sólo conocen una palabra: completo. Es muy complicado encontrar un hueco libre, lo cual tiene su lógica puesto que en este caso (las sesiones se producen en el Federico García Lorca de Lakua) los aforos son muy reducidos entre pequeños y acompañantes adultos.

De esta manera, el certamen cubre todas las etapas de la vida de un espectador. Desde muy pequeño puede disfrutar y conocer la escena de la mano de compañías de lo más diverso, desde Ananda Dansa o Tricicle hasta Yllana pasando por Tespis, La Pera Limonera, Pluja Teatre, Cuarta Pared y una larga lista de nombres.