DONOSTIA. Existen, además, signos terrenales evidentes de los miedos y sus antídotos. "Los eguzkilores protegieron los caseríos y a sus moradores de los chupadores de sangre hasta hace cien años". Por su parte, los ritos mortuorios como cruce de crisantemos blancos y helechos, para impedir que el muerto regresara del más allá, o la canciones populares, como la inspirada en las capillas del castillo de Altzürükü, advertían contra el mal.
Y desde hace siglos, cronistas como Pablo Gorosabel o Pierres de Lancres, cazador de brujas de inicios del XVII, plasmaron la relación de los vascos con lo sobrenatural. En nuestros días tomaron el testigo antropólogos y etnógrafos como Joxemiel Barandiaran, Jon Oñatibia, José María Satrústegi o Julio Caro Baroja, que investigaron estas creencias desde una perspectiva científica.
Sin embargo, a pesar del interés y disfrute que despierta el género del terror en Euskadi -como prueba, la Semana de Donostia que se está celebrando estos días, el Festival de Cine Fantástico de Bilbao o la asociación Hevenday de Vitoria-, nunca se ha construido una literatura de ficción de este género con referentes propios y perfiles del paisaje vasco.
Esa contradicción pretende resolver Rodríguez, el único vasco que figura en Nocte, la Asociación española de escritores de terror, que presentó la semana pasada en Donostia Sacamantecas y otros relatos de terror (Txertoa). A través de ocho historias, el autor fusiona pasajes de la historia vasca con hitos del género: los cuentos fantásticos de Poe, los mitos del Cthulhú del "maestro" Lovecraft y monstruos clásicos con historias autóctonas como el Sacamantecas alavés, los akelarres del Baztán o el pueblo maldito de Otxate, desde la época de la colonización romana hasta la edad contemporánea.
Para fabricar esta cosmogonía del terror, el historiador Mikel Rodríguez (Oiartzun, 1967), autor de Maquis. La guerrilla vasca o Espías vascos, se ha pasado por primera vez a la ficción. Entre otras licencias, ha fichado como narradores al conde de Peñaflorida, el científico Fausto Delhuyar, el escritor Félix María de Samaniego o el político Sabino Arana.
La distinción entre lo real y lo verosímil, entre la documentación y la ficción se aclara en el glosario, donde se enumeran los personajes y los hechos reales, o probados. Según Freud, "lo siniestro es lo que algún día fue familiar y se ha olvidado".
de lo rural a lo industrial
Del tabú al terror material
Como muchos misterios de este libro, la cuestión de por qué no ha existido una literatura vasca de terror no posee una explicación clara. "En el salto de la literatura oral a la escrita, el género del terror no fue cultivado, la literatura vasca caminó en otras direcciones", razona Rodríguez. "Hasta los años 50, los escritores dependían del patrocinio de la Iglesia", que no era una fervorosa partidaria del género -aunque sí de las historias de miedo para atemorizar a algunos fieles- pero a partir de entonces, con la independencia del protectorado eclesial, tampoco surge ninguna corriente.
Otra explicación puede residir en el tránsito del universo rural, que nutrió gran parte del imaginario terrorífico, al urbano. De hecho, los últimos monstruos se remontan a la época previa a la industrialización: el hombre del saco, que nació con el ferrocarril, y emparentado con este, el Sacamantecas. Rodríguez contó cómo los campesinos observaban cómo la máquina podía circular a 60 kilómetros por hora sin detenerse cuando ellos, para andar a cinco kilómetros por hora, debían engrasar continuamente las ruedas de su carro, por lo que dedujeron que para lubricar los vagones era necesaria una grasa extremadamente suave.
De ahí nació el mito de los hombres del saco que raptaban a los niños para cocerlos y extraer de ellos la manteca. Un relato vinculado con la historia del Sacamantecas gasteiztarra, el primer asesino en serie vasco. "Entonces era tabú hablar de psicópatas o pederastas, asumir que un asesino podía matar por una pulsión sexual, y por eso se utilizaba el cuento para transmitir ese miedo", puntualizó el autor.
Ahora ya no hace falta idear monstruos sobrenaturales porque tenemos otros temores "más materiales y objetivos: el patrón, el sueldo bajo, que te pueden echar del piso si no pagas...", enumeró Rodríguez, quien, no obstante, advierte a los más incrédulos con una frase del "escéptico" Rousseau, que se permitió escribir: "Si hay en el mundo una historia acreditada es la de los vampiros. No le hace falta nada: testimonios orales, certificados de personas notables, de cirujanos, de curas, de magistrados. La evidencia jurídica es de las más completas". Avisados quedan.