Esther Williams, "la sirena de Hollywood", la gran estrella de los estudios MGM y de los ballets acuáticos cinematográficos de las décadas de 1940 y 1950, cumplió ayer 90 años, alejada de los escenarios pero fiel a su amor por el agua.

La protagonista de clásicos como Ziegfeld Follies (1945), La hija de Neptuno (1949) y Take Me Out to the Ball Game (1949) sigue confinada en una silla de ruedas desde hace años por una caída, pero se mantiene activa en su vida diaria y disfrutando de baños en su piscina de agua calentada con energía solar, según comentó su cuarto marido, Edward Bell.

"Nadar es el único deporte que puedes practicar desde tu primer baño hasta el último. Y sin lesiones", afirmó la mítica actriz según relató su marido en un correo electrónico. Bell contó que su esposa disfruta de la vida con sus más allegados, viendo películas de su época y partidos de tenis, por lo que ayer celebró sus 90 años rodeada de sus amigos, de su iglesia, la Ciencia de la mente, y sus nietos.

Dentro de unos meses, siguiendo las celebraciones, organizará un gran evento benéfico, con un espectáculo acuático incluido, que contará con nadadores de todo el mundo. Asimismo se está planeando un ballet acuático en Broadway llamado The Million Dollar Mermaid, basado en la biografía homónima de la actriz, en la que detalla sus escarceos con el LSD (con ayuda de Cary Grant), y un apasionado romance con Victor Mature.

Williams fue seleccionada a los 16 años para competir en los Juegos Olímpicos de 1940, aunque finalmente éstos fueron cancelados debido al comienzo de la II Guerra Mundial. Para entonces ya había batido varios récords nacionales y regionales de natación como parte de Los Angeles Athletic Club.

De ahí se incorporó al espectáculo Billy Rose Aquacade, en compañía de otra gran figura de aquel deporte: Johnny Weismuller. Su desparpajo llamó la atención de los grandes ejecutivos de Hollywood y en especial del estudio Metro-Goldwin-Mayer, quien comenzó a tentar a Williams con la posibilidad de adaptar ese "show" a la gran pantalla.

En una época en la que Gene Kelly bailaba y Judy Garland cantaba, Hollywood buscaba una nueva estrella capaz de conjugar esas cualidades desde una óptica diferente. Williams finalmente aceptó y con ella, su sonrisa, sus movimientos y su atractivo, llegó el llamado ballet acuático cinematográfico, donde se mezclaban las actuaciones con coreografías de natación sincronizada.

Títulos como Escuela de sirenas (1944), La primera sirena (1952) o Dangerous When Wet (1953), la convirtieron en un imán para el público. Durante la década de los 40 muchos de sus trabajos se contaron por éxitos en taquilla, pero aún así decidió poner fin a su carrera cuando todavía disfrutaba de la fama, especialmente tras la gran popularidad de unos programas de televisión.

"Me marché con la cabeza alta", dijo Williams en 1989, quien explicó que su renuncia tuvo que ver con el cierre de los grandes estudios, momento en el que la producción cinematográfica pasó a manos de inversores de Nueva York. Con ellos, la creatividad cedió su paso a la rentabilidad.

"Hollywood me trató muy bien. Era una niña mimada, pero la fórmula de mi éxito era el agua y no podía ser otra, de manera que nunca llegué a interpretar un papel dramático con éxito", reconoció. Reconvertida en empresaria, se dispuso a vender piscinas y a prestar su nombre a una línea de bañadores para mujeres, de estilo retro, fundada en 1988.

También participó en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles (1984) como comentarista. De hecho, Williams fue una de las principales personas valedoras para conseguir que la natación sincronizada fuese incluida oficialmente como deporte olímpico en ese mismo año.

Con Bell contrajo matrimonio en 1994. Anteriormente estuvo casada con Leonard Kovner, el cantante y actor Ben Gage, y el actor y director argentino Fernando Lamas. Williams es la madrastra de Lorenzo Lamas. ¿Pero cuáles fueron los mejores recuerdos de los días como actriz de Williams? Ante esa pregunta Bell respondió "Lee mi libro".