LAS fabulosas, lúdicas y teatrales joyas del argentino Rodrigo Otazu son las favoritas de artistas como Madonna, Lady Gaga, Beyoncé o Nicole Kidman, además de brillar con luz propia en la película Sexo en Nueva York 2. Este diseñador, que se expresa mejor en inglés que en castellano, cree que su éxito se debe "exclusivamente a la originalidad y a la búsqueda de diseños diferentes", según explicó en una entrevista con Efe.
Su romance con las grandes estrellas del cine y de la canción comenzó de la mano de Britney Spears, cuando la propia cantante se reunió con él en Nueva York y le pidió que "diseñara una línea completa de joyas, alguna de ellas para lucir concretamente en la gala de MTV del año 2002", dice el argentino. Con celeridad, sus diseños, inspirados en el día a día y la cultura del momento, se situaron en los más prestigiosos escaparates de Los Ángeles, donde eran admirados por actrices que "buscaban diseños nuevos, alejados de la vulgaridad", cuenta.
Hoy, desde Lady Gaga hasta Beyoncé pasando por Kylie Minogue pretenden y desean resplandecer aún más sobre el escenario con creaciones esculturales que envuelvan en lujo su universo pop. "Gaga, una mujer que tiene muy claro la imagen que quiere dar, me ha pedido que le haga joyas frescas, de corte minimalista y estética futurista para su último videoclip", desvela. Bajo la máxima de querer es poder, el joyero tiene en el mercado cuatro líneas para hombre y mujer. "Mi método de trabajo es simple, mezclo materiales y pienso en piezas que ayuden a vivir y ser feliz, además de ofrecer elegancia y femineidad", cuenta.
Hijo de una presentadora de televisión argentina y un productor de cine, Otazu es un artista autodidacta, que "ha aprendido el oficio a base de equivocarse", cuenta. Con 150 dólares en el bolsillo abandonó su tierra natal y se instaló en España. Primero en Madrid y luego en Barcelona, donde trabajó como cocinero y en sus ratos libres hacía pulseras de cuero que vendía en las famosas Ramblas. "Con lo que ganaba compraba nuevos materiales y otra vez vuelta a empezar", asegura. De España viajó a Grecia, y de allí a Australia, haciendo escala en Israel, India y Tailandia. "Sídney me sedujo y decidí asentarme en la ciudad hasta hacer algo de lo que sentirme orgulloso", afirma. Allí, en el país de las perlas, con unas cuantas elaboró un único collar que expuso en un puesto en el mercado de máxima tendencias Paddington. Llamaba la atención de los visitantes y, en concreto, de una estilista de Vogue que le brindó la oportunidad de hacer con la joya una sesión de fotos. La dueña de la casa donde se hizo el reportaje le compró el collar. Y así Rodrigo consiguió montar su primer taller, donde trabajó con plata, jade y lapislázuli.
Exclusividad A partir de ese momento, este argentino de 42 años tuvo claro que su futuro estaba en el diseño. De nuevo, hizo las maletas y se puso rumbo a Amsterdam, donde trabajó con los diamantes y se especializó en mezclar metales con piedras preciosas. También ha confeccionado joyas para los desfiles de alta costura de Dior, Jean Paul Gaultier o Christian Lacroix, experiencia que califica de "muy enriquecedora". Con un equipo de más de trescientas personas y talleres en Bali, Otazu dice dejar parte de "su alma en cada colección" y desvela que la joya más exclusiva que ha diseñado "superaba el medio millón de dólares".