¿Cómo gestó este libro?

La inspiración es algo enigmático. Era la primera vez que hacía ilustraciones infantiles. Estos personajes salieron solos. Hace año y medio fui haciendo los dibujos, que guardé en una carpeta. Con el tiempo volví a abrirla y me di cuenta de que me pedían una identidad, una especie de retrato que dijera quiénes eran. Lo conseguí a nivel surrealista; no quería retratos al uso, sino surrealistas.

¿Fueron los dibujos los que estimularon su imaginación?

De algún modo me decían algo. Es un enigma cómo llega la inspiración. Algunos me transmitían una historia. Es indescriptible el funcionamiento de la imaginación. La dama bosquimana, por ejemplo, viene del dibujo de una niña que es justo lo contrario de un bosquimano, pero me vino esa idea.

Las ilustraciones son similares a los trazos infantiles.

El libro muestra al niño que puede poner identidades a los dibujos que haya hecho, en plan surrealista. Porque los niños tienen una potencialidad de imaginación impresionante. Un acercamiento al lenguaje muy rico. Estos textos son una construcción lúdica con la que se ríen mucho. Haciendo pareados se están acercando al lenguaje y construyéndolo, a partir de la alegría.

Se ha inspirado en los "limericks" irlandeses, una tradición bastante desconocida en estas tierras. ¿Qué posibilidades creativas ofrece para la creación literaria?

Cuando hago poesía jamás hago rima ni pareado. Aquí me interesaba hacer algo parecido a los limericks irlandeses, retratos jocosos y totalmente relativizadores que propugnaban la sonrisa de quienes los leían. Realicé mis propios relatos surrealistas. Es un formato que usaron Kipling, Twain... muchos grandes escritores se vieron atraídos por él. Permite construir relatos jocosos, pero no solo eso. Se trata de un juego lúdico que imanta al mundo infantil. Porque la experiencia que he tenido con niños es que ellos quieren hacer pareados y los hacen. Muy buenos, además. De alguna manera este libro es una espita, una ayuda para el universo infantil.

¿Solo para los niños?

Yo digo que este libro es de cero a 100 años. Porque a los adultos también les arranca sonrisas. La importancia de estas construcciones jocosas es plantear lo lúdico a través del lenguaje, algo que no es importante solo en la literatura infantil. En los relatos para adultos también esto es importante.

¿Se está perdiendo ese hábito de jugar con el lenguaje que antes llegaba a través de la transmisión oral?

Son elementos importantísimos, aunque los marginemos, porque llevan consigo la sonoridad del lenguaje, su transmisión a través de canciones, la musicalidad de las cosas, combinaciones de palabras... Gianni Rodary, por ejemplo, maestro de lo lúdico, construía textos con palabras que no tenían nada que ver entre sí. Todo eso se utiliza muy poco en el aprendizaje de los niños. Para mí es de vital importancia. Yo siempre pongo el ejemplo de la madre Arrazola, profesora de la Compañía de María en la que estudié en Donostia, que me transmitió la pasión por el arte, porque ella lo sentía. A veces, los profesores no transmiten con suficiente sensibilidad todas estas herramientas. El niño tiene un potencial enorme para captar este universo surrealista.

¿Surrealismo y alegría, dos elementos sobre los que se basa el libro, son necesarios en la literatura infantil?

Creo que sí. La alegría es un motor importantísimo. El Quijote, por ejemplo, es una obra vertebrada por la alegría, aunque sea algo que pasa desapercibido. La alegría como relativizadora de todos los dogmas, de todos fundamentalismos... La alegría siempre está relacionada con el libre pensamiento y, como transmisora, es igual de importante para adultos y niños. Los niños, sin embargo, captan mejor el mundo surrealista que los adultos. Su potencialidad imaginativa entra mejor en el mundo surrealista.

Al leer el libro uno capta ecos de lugares como Valladolid, Segovia, Nueva York... ¿A qué se debe?

No tiene mayor significación. Ha salido así. Curiosamente, de lo más cercano, de mi país querido, no hay referencia. Eso sucede en casi toda mi obra. Ahí hay algún enigma. Toda mi obra está muy enraizada en un mundo de globalidad, de nuestras tradiciones, de folklore... No hay predeterminación. Tal vez el libro pueda tener carácter universal, pero porque ha salido así.

El lector también siente que su autora se lo ha pasado bien.

¡Me lo he pasado genial! Hoy es el día que abro el libro y me sigo riendo. Pero cómo es posible... Uno de mis preferidos es Ricitos, con el que me río mucho. Que te lo pases bien es lo mejor que te puede pasar.

¿Después de esta publicación, qué proyectos tiene en mente?

Varias cosas. Dentro de poco saldrá traducido al árabe un libro de relatos para adultos que publiqué en 2008. Me hizo mucha ilusión. También comparto un proyecto con un profesor bilbaíno de una universidad de EEUU. Estoy contenta. Últimamente también he hecho obra gráfica con vidrieras.

En "Poemas de un ratón" ha creado tanto las narraciones como los textos, escribe para niños y para adultos, también trabaja en el campo de las artes gráficas... ¿Cómo se salta de un ámbito a otro?

Nosotros vivimos prácticamente en el bosque, cerca de Urnieta. Jamás había escrito para niños. Pero un buen día, al anochecer, escuché el canto del búho. A través de ese canto me imaginé el primer cuento, Lucas y el búho. Surgió así. Salieron seis o siete cuentos infantiles que se publicaron en euskera antes que en castellano. Ahora también me planteo para 2011 un libro de cuentos que no han sido editados en castellano. Pero es un enigma. Hace tres años paré de escribir y dos años más tarde volví con estos dibujos. Pero no he cesado de hacer obra gráfica. Para mí todo surge de la misma mirada poética ante la existencia.