Berlin. La Berlinale entró ayer de lleno en la carrera por los Osos con Jeremy Irons y Kevin Spacey, dirigidos por el debutante JC Chandor en Margin Call y sumergidos en el Wall Street más tóxico, y con la visión desgarradora de la dictadura argentina del El Premio, de la también primeriza Paula Markovitch.

"Quisimos reflejar la monstruosidad del sistema financiero, lo que no significa que todos los seres humanos que lo habitan sean monstruosos. También son personas", afirmó JC Chandor, quien desembarcó en Berlín con Irons, Spacey, Paul Bettany, y Zachary Quinton, algunos de los actores involucrados en su primer filme. A ellos, además de Stanley Tucci, corresponde dar un contorno creíble al codicioso ámbito financiero, "el mundo de los que no conocen la moral", en palabras de Spacey, cuyos mecanismos parecen no entender ni los responsables que aparentemente lo dirigen.

Spacey y Irons, impecables los dos, más Demi Moore, con su arquetípica cara de arpía, marcan el film con que Chandor irrumpe en el mundo de las bancarrotas y el regalo de bonos multimillonarios a quien coloque basura tóxica mientras se hunde el sistema.

Redondeó la primera jornada a competición El Premio, el primer largometraje dirigido por Markovitch, nacida en Buenos Aires y afincada en México, quien refleja desde una casita en la playa, a través de una madre y su hija de siete años, Ceci, el desgarro provocado por la dictadura argentina.

Madre e hija duermen vestidas, en una casa por las que se cuelan viento, arena y hasta el mar, y en la que la niña aprende que, a quien le pregunte en la escuela, sólo debe responder que papá vende cortinas en Buenos Aires, aunque en realidad se le presume desaparecido o tal vez muerto. Entre vendavales y unas dunas que serían idílicas, si no fuera porque las circunstancias son las que son, discurre su mundo, hasta que participa en un concurso de redacción en la escuela donde debe describir qué es el ejército.

El hallazgo de Markovitch es la niña, Paula Gallinelli Hertzog, que coloca a su madre al borde del abismo con su redacción, donde cuenta lo que oyó, es y hace el ejército de la Junta Militar. El resultado es una película muy bella, aunque para muchos demasiado extensa, literaria, por deseo explícito de la directora, para quien "el cine es un género literario, con pocas imágenes, pero cada una de ellas de gran carga".

Eso sí, el día dio para más. La Berlinale escenificó su solidaridad con el director iraní Jafar Panahi, encarcelado por criticar al régimen de Teherán, con la proyección en sesión especial de gala de Offside, uno de los mayores éxitos del cineasta y miembro en ausencia del jurado.

"Seguiremos protestando en cada ocasión que tengamos contra la detención de Jafar Panahi", aseguró el director de la muestra, Dieter Kosslick desde la alfombra roja.