Hace unos días visitaba el centro-museo del último arte actual llamado Artium en compañía de los pintores Hernández Landazabal y González Oribe y a la salida me manifestaba este último su extrañeza por la decoración navideñaza instalada en los alrededores del citado museo. Su perspicaz comentario despertó mi curiosidad y efectivamente revise la decoración navideña de un centro que quiere ser piloto y motor del arte más moderno del mundo mundial y descubría con horror que los funcionarios de turno habían largado unos horripilantes motivos navideños de arbolitos y animales del bosque que resultaban ridículos y estrafalarios al lado de un edificio que debiera tener una decoración ad hoc, dentro de la modernidad y alejado de lo chabacano decorativo todo a 100, impresentable e inadecuado en el entorno de Artium y que los máximos regidores debieran de corregir de cara al venidero año. Motivos arbóreos de perfil e iluminadas esculturas reproduciendo animalitos del bosque plagados de lucecitas no apoyan la idea de singularidad, progreso e innovación que debe caracterizar a lo que se muestre en la calle Francia. Y tras este comentario sobre un detalle navideño, les propongo otro para el compromiso de los Reyes Magos, pasado ya el Olentzero, en un maravilloso ejercicio de convivencia a través de los regalos que a todos nos emocionan, no importa su valía ni valor, dado el poder empático del regalo. Regalar libros de arte no es gastarse la pasta en lujosas ediciones que estudian el desnudo femenino y masculino a lo largo del tiempo o la evolución del toreo a través del arte. Hay una larga lista de títulos de arte asequibles al bolsillo y que contienen sabias lecciones de estética como el clásico (1951) de Arnold Hauser, Historia Social de la literatura y el arte o la más reciente Historia del arte de Ernst H. Gombrich, además de Historia de la belleza de Umberto Eco o El arte contemporáneo de Francisco Calvo Serraller o el revolucionario y clarificador Quosquem tandem de Jorge Oteiza. Regalar un libro enriquece a quien lo elige y en consecuencia, a quien lo recibe. ¡Que los de Oriente cumplan!
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