Donostia. Mucho antes de convertirse en cineasta, Óscar Aibar trabajó como guionista en varias publicaciones underground. En una de las más célebres, Makoki, coincidió con Manuel Vázquez (1930- 1995) y trató con él durante los últimos años de su vida. El padre de personajes como Anacleto o Las Hermanas Gilda fue, sin duda, uno de los pilares de la editorial Bruguera a partir de los años 60, pero también "un tipo absolutamente único e irrepetible", cuya vida fue incluso más grande que su obra.
Aibar recuerda que en el mundillo del cómic siempre se hablaba de "los siete sablazos míticos" del pícaro Vázquez, casi una "leyenda homérica o artúrica" que él siempre soñó con llevar al cine. Finalmente, el director ha conseguido su objetivo y la película El gran Vázquez, con Santiago Segura como protagonista absoluto, fue estrenada ayer en la competición del Zinemaldia.
"Vázquez era un tipo absolutamente único e irrepetible, de esos que conoces en tu juventud y te cambian la vida porque te hacen plantearte si merece la pena perder cuatro años estudiando una carretera e hipotecar tu vida pagando facturas", confesó el realizador en la rueda de prensa, en la que también participaron los intérpretes Santiago Segura, Álex Angulo y Mercé Llorens. Aibar tuvo muy claro que era necesario "profundizar" en el personaje para no caer en "una sucesión de chistecillos de Vázquez". "Se lo merecía, porque durante cuarenta años hizo un esfuerzo muy grande para forjar una leyenda, y yo no era quién para desmontarla", indicó, para insistir la "veneración" y el "respeto" que siente por aquel hombre que fue artista total: en el cómic y en la vida.
claroscuros El gran Vázquez no sólo recrea los originales modos en que el dibujante engañaba a sus mujeres y esquivaba a toda una legión de acreedores, sino que también fija su mirada en sus "luces y sombras" y da cuenta del "alto precio" que puede llegar a pagar alguien que vive al margen de las normas establecidas.
Al conocer en detalle la biografía de su personaje, Santiago Segura se dio cuenta de que ese tipo de vida "pasa factura a la gente de alrededor". "Tenía momentos oscuros y jodía a gente que igual, por su culpa, se quedaban sin casa. Pero cuando hablamos con quienes le conocieron, todos contaban las cabronadas que les había hecho con un poco de resentimiento... pero con una sonrisa. Eso es lo bonito: si estás puteando a alguien, hazlo con arte", bromeó el actor, para quien Vázquez era "un cabrón entrañable" y "un ser genial", el número uno de su profesión, "el Velázquez de los tebeos".
Segura se metió en la piel del artista intentando "no deformarle ni ridiculizarle", y con la ayuda del director, también trató de separarse de su personaje de Torrente -estos días rueda la cuarta parte en 3D-: "Él también vive del engaño, pero de forma miserable, cutre y patética. No se parecen en nada", insistió.
Finalmente, Aibar aseguró que Vázquez ha sido también una "excusa" para hablar del "maravilloso universo" de los tebeos de Bruguera. "Varias generaciones de españoles nos maleducamos con sus historias que decían cosas como que había que ridiculizar a la autoridad, que la familia era un medio caótico y salvaje y que la chapuza era el sistema establecido de trabajo en España. Estoy muy agradecido a esa mala educación y a ese templo mágico del talento", sentenció el realizador, ya dentro de la puja por la Concha.