Coreografiar a Beethoven supone un doble juego. Sus composiciones son conocidas, pero el público tiene sus propias imágenes previas...
Llevo bailándolo desde muy joven, estoy muy vinculado con él. Hace años, cuando dirigía al Ballet Nacional, encargué una coreografía de la Pastoral. Por entonces tenía poca práctica como coreógrafo, pero me dije "algún día la haré yo". Y ahora la he hecho, y me he inspirado en la vida misma, la infancia, la ilusión de la niñez, la pubertad, el descubrimiento del amor. Más espiritual que carnal. Se la dedique a Ángela del Moral, mi primer amor platónico. Estaba enamoradísimo, me parecía la mujer más hermosa del mundo, como si hubiese visto a la virgen. Tenía quince años y ella 19...
Sólo pensaba en ella...
Día y noche. Luego el tercer movimiento es la vejez, el paso del tiempo, la sabiduría de la edad, hasta llegar a un caos total y volver a resurgir, a otro nivel. He reflejado amor a la vida, entusiasmo, esperanza... Todo. Y en el cuarto movimiento murió mi maestro Maurice Béjart. La terminé con lágrimas. Su muerte ha supuesto un gran vacío.
¿Y la pieza "Après toi"...?
Après toi la concebí estando él de cuerpo presente, y con la música presente también. Le dije "Maurice, después de ti haré algo". Cogí a Jacob Hernández y coreografié con él una pieza profunda, que no te deja igual, que te encoge el corazón. La estrené en Palma de Mallorca y el teatro se caía abajo. Fue una explosión.
Nos quedan "Tres" y "El laberinto"...
Tres es una coreografía de Eduardo Lao llena de plasticidad. Ha sabido plasmar una relación de pasión y celos. Es apasionante, y con sonatas como El claro de luna, preciosa. El laberinto es un paso a dos de amor, pero un amor imposible que no se puede consumar. Es muy bonito, muy clásico, muy etéreo. La Pastoral la baila Diana Miqueo, que ha ido creciendo en la compañía a un punto que es nuestra estrella máxima, una bailarina con sutileza, encanto y una belleza impresionantes. Todo el elenco es fantástico.
Cuando elabora una coreografía, ¿cómo aparecen los movimientos?
Las ideas surgen de cualquier cosa. De una situación, de un momento, de un viaje, de una película... Son como posos de café que se van quedando. Suelo hacer una improvisación. Voy a la sala de baile, pongo la música y empiezo a visionar el ballet. Bueno, con Wonderland no. Con Wonderland he pasado horas y horas metiéndome en el papel de cada loco -se desarrolla en un psiquiátrico-, y con la Pastoral, si no me la he oído tres mil veces no me la he oído ninguna... Las cosas no vienen tan fáciles. A lo mejor las veinte primeras no te sugiere y a la veintiuna... Con Aprè toi lo tenía tan claro que Jacob y yo nos metimos en una sala de baile y empecé a improvisar. Y si tú haces un movimiento y él todavía te da más y más... La creación es un toma y daca. Se produce algo con los bailarines realmente maravilloso.
¿Y usted prefiere haber creado todas esas coreografías o haber formado a esa generación de bailarines deudora de su trabajo?
Son cosas distintas. Coges a un niño de 8 o 9 años como Corella o Lao y ves cómo van creciendo, cómo se van formando, cómo van viendo la danza como tú la ves... La danza es dejarte llevar. Y cuando ves que has sido responsable de que hayan podido realizar su sueño... Recuerdo a Joaquín de Luz, a Luis Pinillos, a Fernando Carrión, a Antonio Ruth, a Jesús Pastor... ¡con unas ganas y con unos deseos! Todas las horas les parecían pocas. Y chicas. Tamara Rojo, incansable. Le decía "Tamara, por favor, descansa". "No estoy cansada". Y lo mismo Lucía Lacarra, una bailarina impregnada de ese perfume que tiene la danza, que te marea cuando baila. Creo que no solamente he enseñado a ejecutar, sino a interpretar, que es lo que me ha gustado siempre. No a bailar con la música, sino a ser tú la música.
Y eso es lo adictivo...
Es lo que llega al público. Cuando dice "¿qué está pasando aquí?, ¡qué bonito!". La formación es a veces non grata, porque ves que el alumno hace progresos y luego se estanca. Es a largo plazo. Siete años de carrera y dos de experiencia hasta que alcanzan un nivel como el que tienen todos estos españoles que bailan por el mundo, ya que por desgracia no ha habido una compañía donde realizar su sueño. Las compañías nacionales no pueden ser limitadas. Como una orquesta, no pueden limitarse obras contemporáneas, sino abarcar un abanico de estilos y épocas. Eso es lo que le ha machacado a Nacho Duato, tener en sus manos una compañía en la que todo el mundo ha contribuido a que él huyese. Se ha dedicado a hacer un sólo estilo, muy peculiar. Y no es que la gente hable mal de Nacho, porque yo pienso que es un gran profesional, un gran coreógrafo, y lo que hace falta es seguir apoyando a Nacho. Y lógicamente hay que dejar paso a otras personas con distinto punto de vista, y admirar otras obras, y que todos los bailarines que tenemos fuera puedan venir a bailar aquí.
Su estilo mezcla precisamente lo clásico y lo contemporáneo...
Lo que pensé cuando me ofrecieron el Nacional era un poco eso, pero ahora estoy en otra onda. No quiero desperdiciar un segundo de mi vida para poder disfrutar esta ilusión que tengo de las nuevas coreografías. Vivo el presente, que es lo que me interesa, que es tan maravilloso que no puedo pasar un segundo de mi vida pensando en si me llamarán o no me llamarán.
¿Veremos "Wonderland" por aquí?
Yo espero que sí. Espero que el Principal el año que viene diga "¡después del éxito de Beethoven queremos ver más obras de Ullate!".