El drapeado, la superposición de tejidos y el abrigo fueron los protagonistas, junto a los estampados de Francis Montesinos y el juego colorista de Ágatha Ruiz de la Prada, de la segunda jornada de Cibeles Madrid Fashion Week.
Conceptual, la colección de Victorio & Lucchino, es suave e incluso frágil, pero no racial.
Vainilla, maquillaje, rosa, gris plomo y verde para vestidos mini que buscan nuevos volúmenes a través de los drapeados y la mezcla de tejidos (tul, bouclé, terciopelo, gasa, satén y bambula) y consiguen una sutil complejidad, en ocasiones cubista, capaz de fluir con tímido movimiento.
Chaquetas y abrigos abullonados y vestidos de gala plisados con colas, caídas y escotes propios de una diosa etérea cerraron el desfile, en el que también hubo lugar para una propuesta sport para el hombre: chaquetas de lana, camisetas de algodón y pantalones de punto siempre en tonos oscuros. Los diseñadores andaluces estuvieron arropados por numerosas personaliades públicas como la periodista María Teresa Campos, la duquesa de Alba o el torero Francisco Rivera.
La templanza del desfile de Victorio & Lucchino dio paso a la intensidad en rojo y negro de Elio Berhanyer, que introdujo imponentes hombreras -a veces adornadas con pedrería- en vestidos y trajes de chaqueta y recurrió a brocados, monteras, gorros de goyesca, terciopelos y gasas para vestir a una mujer distinguida.
Berhanyer jugó al despiste con sobrios abrigos que descubrían intensos colores en su interior, a juego con los bordados de los vestidos que cubrían.
Frente a la moderación inicial, las pieles y los vestidos de fiesta añadieron pasión con drapeados, pedrería, lentejuelas, plumas, plisados, mangas espectaculares que se fundían con la cola y espaldas al aire.
El diseñador octogenario recibió una ovación del público que se puso en pie -entre el que se encontraban la condesa de Romanones, la condesa de Montarco, Marina Danko y María Zurita-, a la que respondió arrojando una rosa roja sobre el piso que hacía las veces de pasarela.
Roberto Verino quiso trasladar la versatilidad urbanita de París a sus prendas, funcionales pero delicadas y hechas para resistir los azotes del tiempo. Abrigos y trajes de sastre de alpaca, paño y tweed en vivos verdes, rojos y azules vivos, terminados con sofisticadas plumas e incluso pedrería, al igual que unos plumíferos reinventados que cubrían oscuros y sensuales vestidos de noche en seda, chantilly y encaje.
Pero también recurrió a acabados tecnológicos plateados con plástico y metal, a artesanos manguitos y calentadores de lana y apuesta por las hombreras, las faldas cortas y los pantalones de pata ancha. Para el hombre, abrigos más sport con exquisitas pieles en el interior y sastrería perfecta.
Cerró la jornada un Adolfo Domínguez que mira al cosmos y al futuro para crear piezas de patchwork geométricas de distintos tejidos: pieles sintéticas, bouclé, nylon, lana, alpaca, pelo cortado y sedas.
La música en directo del compositor Michael Nyman sirvió para añadir emoción al desfile de unas prendas rectas pero pegadas al cuerpo y en las que el drapeado se imponía para embellecer las siluetas.
Vestidos de terciopelo y abrigos largos hasta los pies, chaquetas cortas, mini vestidos y pantalones "harem" en colores azul noche, ceniza, negro, pavo real, rojo volcán y turquesa son la esencia de la propuesta de Domínguez.
colección urbanita Jesús del Pozo fue el encargado de abrir la segunda jornada de Cibeles con una colección urbanita que apuesta por las superposiciones y la combinación de tejidos dispares.
Del Pozo ha ideado vestidos, abrigos y pantalones de campana en colores neutros y también concedió relevancia al azul intenso, el rojo caldera y el verde oliva.
El estampado es el protagonista de la colección del transgresor Francis Montesinos, folclórica e inspirada en el mar, que encontró en una teatral Paola Dominguín a su musa perfecta. Los motivos marineros lo impregnan todo: vestidos cortos de amplio vuelo, las blusas y los abrigos, al igual que las faldas-pantalón de hombre.
Otra aventurera colorista, Ágatha Ruiz de la Prada, recurrió a los oversize, los iconos cosidos y vueltos en seda, los aros en los vestidos y los grandes volúmenes.
Gasas, terciopelos y organzas se conjugaron con los iconos clásicos de la marca, los corazones -que daban forma a mangas, cuellos y todo tipo de aderezos para la cabeza-, las estrellas y las flores.