Que algo dure en el mundo de la cultura es casi un milagro en muchas ocasiones. Que lo haga 20 años, es casi una quimera. Pero Pikor lo ha conseguido. En este 2010 sopla sus particulares velas y el tiempo ha pasado tan rápido que la compañía profesional de teatro afincada en Maeztu casi ni se ha dado cuenta. "Hace tiempo me decidí a cambiar la web porque quería reflejar nuestra trayectoria y recuperar los nombres de todos aquellos que nos han acompañado en este tiempo para rendirles un pequeño homenaje. Y de repente me di cuenta de que este año llegábamos a las dos décadas de andanzas". Miguel Olmeda lo cuenta entre divertido y un poco sorprendido por no haberse dado cuenta antes del aniversario. "Es que no llevaba la cuenta...", dice.

Y debería porque su intención era jubilarse y dejar las artes escénicas a los 50 años y ya los tiene. "Ahora he dicho que a los 55", sostiene. ¿Eso supondrá la desaparición del grupo? "No lo sé. No tiene que suceder así. Todo se verá en su momento. Además, primero tengo que cumplir mi palabra y jubilarme de verdad", se ríe.

Eso será el futuro. Cuando Pikor cumpla sus 25. Pero ahora es momento para echar la vista atrás, para repasar estas dos décadas de teatro, para hacer cuentas de todos aquellos que han pasado o que todavía permanecen. Es lo que tienen los cumpleaños, que sirven para hacer un alto en el camino. Eso sí, una parada pequeña porque Pikor acaba de estrenar XL Town en castellano y se prepara para hacer lo propio con la versión en euskera el día 20 en el centro cívico Arriaga. Y no es lo único que tiene entre manos la compañía...

Pero es preciso detenerse un instante. Y la memoria se va a finales de 1989. El grupo alavés Bekereke volvía de una gira por Colombia y tanto Olmeda como Anna Rita Fiaschetti decidieron que era el momento de seguir su propio camino. "Nos llegó el momento de volar solos", recuerda él, puesto que ella, hace unos años, decidió dirigir sus pasos hacia Asturias para seguir creando sobre los escenarios.

Los inicios del grupo estuvieron pegados a la calle. El firme era las tablas. Y en ellas, Pikor encontraba un buen aliado en otra formación residente en Álava como La Tirili, otro nombre veterano aparecido en el 89 y que en el 92 desembarcó en Gasteiz para hacer del País Vasco su nueva casa. "Ellos eran y siguen siendo unos monstruos y a todos nos gustaba la calle más que a un tonto un lápiz", dice Olmeda.

Eran otros tiempos, por lo menos en algunos aspectos. "Por ejemplo, para sobrevivir, trampeábamos con la Seguridad Social y no nos dábamos de alta salvo lo justo para cumplir con la formalidad, sin tener que cotizar normalmente porque era un exceso. Cuando cumplí 40 años me di cuenta de que tenía dos años y medio cotizados". Cosas que pasan, eso sí, "no era fácil pero teníamos tantas ganas...", explica Olmeda.

Hoy las estructuras han mejorado, las escuelas de teatro proliferan, existen sindicatos de actores... Se ha progresado mucho, aunque tal vez los problemas sean otros. "De todas formas, crear hoy una compañía sigue siendo una aventura arriesgada como lo era entonces".

Pikor nunca ha dejado la calle. Era y es su gran vocación. Ahí está, por ejemplo, Ellas bailan solas, su última propuesta para las aceras. Pero tres años después de iniciar su camino, el grupo decidió también preparar montajes para salas. Fuera de las paredes casi cualquier cosa puede pasar "y la cuestión está en que todos esos imprevistos los puedas convertir en algo aprovechable para el montaje". Lo que pasa dentro, también tiene lo suyo.

Olmeda, que hace ocho años que no se pone el traje de actor y reconoce que tiene un mono terrible por ello, sabe que el trabajo de la compañía en todo este tiempo ha sido "un camino sin método, que se ha ido haciendo a cada paso, donde hemos intentado no repetirnos".

Una labor en la que al grupo le ha acompañado una larga lista de intérpretes, directores, técnicos... Una variedad buscada para ir encontrando soplos de aire fresco en unos montajes "directos al hígado" que han recorrido innumerables lugares ("nos hemos cambiado hasta en una cuadra con un balde de agua pero hasta eso nos ha sabido a gloria").

En la larga lista de espectáculos, el propio Olmeda reconoce que "hemos tenido tres tortazos distanciados en el tiempo, cosas que no han funcionado y que incluso nos han venido bien para toparnos con la realidad", pero junto a ellos se encuentran obras preferidas, por así decirlo, como Naftalina, Golpe de mano y Al Fondo a la derecha.

Así el tiempo ha ido pasando casi sin darse cuenta. Y la compañía ha ido abriendo nuevas sendas, como cuando hace unos años comenzó a producir espectáculos dirigidos de forma especial a los jóvenes, como el es caso de Pisa la raya.

Todo eso y mucho más es lo que lleva Pikor en la mochila del recuerdo, de las experiencias, de la sabiduría acumulada. Un bagaje curtido en la Montaña Alavesa, a donde Olmeda llegó directo desde Valencia. "Es que se está tan tranquilo...". Maeztu sigue siendo su base de operaciones, pero tanto en el pasado como en el presente, la compañía también ha tomado otros lugares como locales de ensayo. Fue el caso de Atauri y lo es de Agurain ("que es una parte importante de nuestra historia") y, en los últimos meses, Gasteiz.