¿Estos días sin parar?
Sí, la verdad. Pero yo encantado.
¿Qué tal los primeros pasos de "Kalea" por la calle?
Geniales. Lo fueron ya desde que empezamos el proyecto. Igual que con Etxea. Hombre, forman parte de la misma trilogía y ambos discos tienen cosas en común aunque también sus diferencias. Pero ya te digo que andar por las calles de América ha sido un privilegio y hemos recibido un buen rollo importante. Y ahora que ya está publicado, las sensaciones también están siendo muy positivas.
Vamos, que se ha quedado a gusto y relajado, ¿no?
Sí. Todavía nos queda la tercera parte, que ya estamos con ella trabajando, así que relajado, bueno, más o menos. Pero sí, tener Kalea entre las manos, quitarle el plástico y escucharlo me da pie a pensar que todo este proyecto no fue una locura, que no fue un sueño, si no que es una realidad. Y sí, estoy feliz y contento. Me siento en el sofá viendo lo que hemos hecho y respiro hondo (risas).
¿Está repitiendo sensaciones de "Etxea" o son nuevas?
Lo que pasa es que con Etxea, al ser el primero de los tres discos, estaba un tanto a la expectativa. Tú ya sabes que yo ya tenía experiencia en este tipo de encuentros con otros músicos, así que tampoco era algo tan nuevo. De hecho, es algo que tomo como muy natural. Pero sí me ha sorprendido Kalea porque la riqueza musical y cultural de estos países americanos es una pasada, es inabarcable. Tienen un talento y una forma de interpretar especial. Me ha sorprendido gratamente.
En esta aventura ha embarcado a 82 músicos de toda Latinoamérica, pero cuando se puso en contacto con ellos la primera vez ¿los encontró voluntariosos o un tanto temerosos de no sentirse capaces de afrontar el reto?
Desde el primer momento la reacción fue muy positiva y entusiasta. Ellos me han facilitado muchos las cosas para coordinar las agendas y poder coincidir. Y en el plano artístico, sólo hay que escuchar el disco para descubrir que lo han dado todo, que han intentado hacerlo lo mejor posible a todos los niveles. Me han aportado mucho y estoy tan agradecido que casi no puedo describir lo que siento.
En lo personal, ¿con qué se queda de esta experiencia?
Con muchas sensaciones en el sentido de que ves todo lo que hay por hacer y por descubrir. Es un continente apasionante con una riqueza que debemos conocer para aprender de ellos. Nos tienen mucho que enseñar en diferentes niveles. Ha sido una experiencia muy vital. Poder convivir con ellos una temporada en cada ciudad es algo, en lo personal, emocionante. Todas las sensaciones son positivas porque lo que supone de esfuerzo y sacrificio, para mí se ha convertido en un privilegio. No ha sido ningún castigo, todo lo contrario.
¿Pero más allá de los grandes nombres, aquí se tiene un desconocimiento muy importante de la realidad musical de Latinoamérica? ¿También al contrario?
Uff, nosotros tenemos un desconocimiento tremendo. Yo lo he comprobado. Conocemos la punta del iceberg, los grandes nombres y poco más. Tienen una variedad de formas musicales, de intérpretes y de creadores tremenda. Es una pena porque te queda la sensación de que vale mucho la pena el conocerlos y, sin embargo, no llegamos a ellos. Y viceversa también se produce lo mismo. Pero ellos están deseando conocernos y ampliar su círculo de amigos. Viven la música de una forma muy intensa. En países como Cuba, México, Brasil o Argentina te encuentras con músicos que tienen gran peso e influencia pero que miran a Europa con mucho interés. Y nosotros deberíamos acercarnos más a ellos porque lo que te pueden aportar es increíble.
De todas formas, mira uno a los dos discos que conforman "Kalea" y parece imposible hacerse una idea de todo el trabajo que está detrás, los momentos, las grabaciones, los viajes...
Sí (risas). Pero estamos grabando en vídeo y haciendo un reportaje fotográfico del proceso para que cuando acabe la trilogía musical sacar un documental con todas las vivencias. La verdad es que poder ver en imagen este collage multicultural en el que nos hemos metido es muy bonito. Sí, es mucho esfuerzo, cualquiera que esté dentro de la música lo sabe. Pero también es un privilegio. Cualquiera estaría encantado de hacer un proyecto así.
La verdad es que es fácil verle a usted casi siempre rodeado de, en principio, extraños compañeros de viaje. Ahí están "Etxea" y "Kalea" pero también otras uniones imposibles como las dos actuaciones con Pat Metheny en el Festival de Jazz de Vitoria.
Y todavía la de gente con la que me queda por hacer cosas. Admiro a muchos músicos y compositores. Es que me aporta tanto el encuentro con otros que no lo puedo transmitir con palabras. Cómo puedo explicar lo que para mí significa estar al lado de Pablo Milanés, en su estudio y dirigirle a él en una canción. ¡Imagina qué responsabilidad! Y lo mismo con Juanes, Lila Downs o el resto. Igual me pasa cuando el Festival de Jazz de Gasteiz me ha dado la oportunidad de compartir unos instantes con Metheny. Es que no puedo verbalizar lo que siento. Además, ese compartir es una escuela muy rápida pero intensa. Y por hacer hay muchas cosas. Tú tranquilo, que no tengo tiempo para aburrirme. Además, sabes qué te digo...
¿Qué?
Que el día que me quiera aburrir, lo haré y sin más. No pasa nada. Soy una persona que me dejo guiar por lo que siento y cuando no me apetezca algo, pues nada.
Está de promoción estos días de esta segunda parte de la trilogía pero es que anda usted ya dando vueltas al tercer disco.
Pero es que siempre estoy grabando cosas. Además, acabo de mezclar otro proyecto paralelo con un pianista cubano que voy a sacar el próximo año. Y ya he hecho unos pequeños avances con el que será la tercera parte de la trilogía, Herria. He estado en Turquía, Grecia, Marruecos... En el próximo me voy a centrar en Europa y en Estados Unidos siguiendo la misma filosofía. Ahora me encuentro con fuerzas y quiero disfrutarlo.
Antes comentaba lo que a usted le aportan estas colaboraciones pero ¿y a las canciones vascas que se incluyen en "Kalea"?
Son temas que siempre me han encantado, que cantaba la ama cuando era pequeño, que yo he tocado en romerías o de fiesta, que he escuchado en voz de los grandes de la música vasca... ¡Qué envidia no haber compuesto el Txori erresinula! Soy admirador de todas estas canciones, tanto desde lo emotivo como desde lo creativo. Yo lo que quería era modelar esos temas, complementarlos. En ningún caso ir contra la versión de nadie. Y los invitados en este caso me han dado esa otra visión, aportando matices, arreglos, ideas... Mucho, han sumado mucho.
Intérpretes europeos, americanos... ¿para cuándo un disco sobre música vasca con músicos vascos?
Eso me encantaría (risas). Yo he tenido el privilegio de aprender con Oskorri, de poder colaborar con Benito Lertxundi, conocer a Mikel Laboa... Admiro a mucha gente en el País Vasco. Ahora estoy con este proyecto, pero eso que dices me encantaría. Claro que sí.
De todos modos, después de tantos años en la música profesional, ¿no le dan ganas de coger a alguien con el pandero, pillar la triki y hacerse una romería, así, sin más?
(Risas) Sí. Mira, te voy a contar una cosa porque has acertado plenamente. Cuando acabo un proyecto de estos cojo a todos mis colaboradores y siempre les digo: "todos tranquilos que el próximo disco es sólo de triki y pandero". Y se me ríen a la cara (risas). De todas formas, te diré que lo de tocar sólo dos personas es bastante complicado. No creas que por simplificar le das menos vueltas a las cosas. Yo sigo siendo un fanático de la triki tradicional. Es un sonido que me encanta. Y no descarto volver a ello.
Es evidente que aquí el nombre de Kepa Junkera tiene un peso. ¿Cuando uno tiene que cruzar un continente, hay que pelear como si fuera un novato?
Tienes que pelear hasta en tu propio barrio. En estas músicas que son minoritarias y artesanales tienes que ir con mucha humildad. En México D.F. o en Sau Paulo, todo el País Vasco ocuparíamos sólo un barrio. Tienes que ser realista, sin que ello suponga que te impongas fronteras a la hora de dar a conocer tu música. Pero ya te digo, como yo no conozco todo lo que se hace, tampoco puedo pretender que todo el mundo me conozca a mí. Trabajos como Kalea son muy buenos en este sentido porque los músicos con los que estás se convierten de forma automática en embajadores de nuestra música. Poco a poco, con el boca a boca, se consiguen muchas cosas sin necesidad de grandes estrategias de marketing. Prefiero tocar diez veces para cien personas que una para mil. Nuestra música es más cercana. Y no tengo problema de seguir luchando y peleando.
De conciertos ni hablar.
Es imposible con los 82 músicos que han colaborado. Pero sí me gustaría, porque me están insistiendo, poder hacer una presentación en Buenos Aires. Sería algo para recordar durante mucho tiempo. Y cuando acabe la trilogía, sí me gustaría hacer un fin de fiesta de los tres trabajos. No sé, ya veremos.
Por cierto, ¿Kepa Junkera conoce la palabra vacaciones?
Sí, si yo estoy siempre de vacaciones (risas). Mejor vacación que estar viajando por todo el continente americano, tú dirás. Mira, por ejemplo, el año pasado me llamaron de una radio de Vermont (Estados Unidos) para decirme que les gustaría visitarme en mi casa. Eran personas que siguen esa emisora y organizan viajes culturales visitando a artistas que ponen en esa radio. Y en ese caso, querían venir aquí. Yo encantado. Estuvieron como 30 personas que al mismo tiempo que se relajan y conocen otros sitios, aprenden y conocen otras expresiones culturales. Me pareció muy curioso. Lo que yo hago también tiene mucho que ver con eso. Pero sí, si me tomo mis respiros, que uno, al final, también tiene familia.