No se habla de otra cosa. Al menos, entre mi aburrido grupo de amigos. El último parto piscinero de Verdeliss, el que ha grabado con música épica para mostrar al mundo la llegada de su octava hija (de nombre Deva), tiene dividida a mi cuadrilla. Por un lado a quienes seguimos atónitos, y adictivos, a tal innecesaria producción audiovisual, repleta de contradicciones, ataques a la intimidad y secuencias ficcionadas. Y por otro, aquellos (y aquellas) que defienden a Verdeliss, su visión telecinquera de la vida y su derecho a la libertad de grabar (y emitir) absolutamente todo. Que, ojo, faltaría más que servidor no respete que la famosa influencer navarra haga con su vida en directo lo que le venga en gana. ¡Por supuesto! Como si desea fijar cámaras en su hogar, al más puro estilo GH, y emitir 24/7.

El pecado está, señoras y señores, en jugar con el personal. En despistar en cierto modo al público, revistiendo de naturalidad una acción que de espontánea tiene muy poco. "¿Existe algo más bonito y real que traer al mundo a un bebé?", argumentan con tesón los acérrimos defensores de Estefanía Unzu. Y aquí, amigos, hallamos el error. ¡La clave del engaño! Porque dicho espectáculo poco tiene de casual. Como asevera mi íntima amiga Elena: "Pocas, por no decir ninguna, hemos dado a luz totalmente maquilladas, con ropa interior de encaje, música épica, planos bien enfocados, iluminados e intimistas, y un público tan entregado". La realidad acostumbra a emitir vídeos de partos caseros, con padres nerviosos, enfoques horribles, gritos y sudores. Todo ello, por supuesto, si en el complejo médico de turno te permiten grabar, que no suele ser lo habitual, pues los sanitarios entienden que la persona que maneja la cámara, casi siempre el padre, corre el riesgo de estar más pendiente de hacer el vídeo que de dar apoyo a la madre en un momento tan especial. Los peligros de una vida en directo, ya saben.

Y todo ello sin entrar, como ya hemos hecho desde estás humildes páginas, en el quid final del asunto: la sobreexposición a la que somete Estefi a toda su familia. ¿Un menor debe tener un álbum público (y universalmente accesible) antes de cumplir la mayoría de edad? En Internet existen más imágenes de los ocho hijos e hijas de Verdeliss (que tienen entre 15 años y semanas de edad), que la suma fotográfica total de quien les escribe estas líneas con sus ya casi 38 años. Y eso no está bien.