Más allá de que el teléfono deje de sonar, el mayor miedo de actores y actrices siempre ha sido que un gran personaje se coma a la persona. Es decir, que una actuación sobresaliente marque para siempre la carrera futura de un intérprete. Para bien, pero también para mal. Lo que comúnmente llamamos encasillamiento. Una maldición que, por cierto, ha ocurrido a muchos artistas y a otros muchos les ocurrirá. Le sucedió con la entrada del nuevo milenio a la maravillosa Calista Flockhart. Más conocida por el gran público como Ally McBeal, la reputada actriz de Illinois alcanzó tanta fama mundial por su papel en la serie del mismo nombre que jamás ha podido desprenderse de sus histriónicas escenas en el bufete Cage & Fish. Ni tampoco de sus fantasías y alucinaciones al son del dancing baby, o de los alocados juicios bajo la atenta mirada de la jueza Jennifer Whipper (interpretada por Dyan Cannon). Dicen los expertos que Flockhart marcó el camino de futuras producciones tan importantes como Mujeres desesperadas, Sexo en Nueva York o Girls.
De un modo casi paralelo, pero saltando de la televisión al cine, algo similar ha vivido (y vive) desde hace más de veinte años Daniel Radcliffe. El intérprete de Harry Potter, por más que lo ha intentado, no logra desprenderse ni por arte de magia del sambenito de salvador del mundo mágico. Y mira que lo ha intentado todo protagonizando y produciendo filmes como La mujer de negro, Amigos de más o Ahora me ves... 2. También en la esfera del teatro, con producciones como Equus (obra en la que se ponía en pelota picada) o The Cripple of Inishmaan. Pero que todo el mundo lo mire todavía con capa y varita es su Voldemort particular. La maldición de la que, a buen seguro, jamás se podrá desprender.
Como el aclamado actor Anthony Hopkins, que nunca podrá desvincular su piel de la del doctor Hannibal Lecter. Famosa en EEUU por sus sabrosos programas de cocina, Martha Stewart acaba de contar en el programa de Ellen DeGeneres una salseo que ha dado la vuelta al mundo: "Puse fin al romance que tuve con Hopkins (sin desvelar cuándo sucedió) porque no podía separar al actor del caníbal Hannibal Lecter", el histórico protagonista masculino de El silencio de los corderos. "Pensaba en todo momento que me iba a comer", exclamó la pasada semana en directo. Una afirmación que, sin duda, dista mucho del carácter pacífico que siempre muestra el oscarizado Anthony, que en sus ratos libres compone música, sobre todo valses.