Un líder loco, un inodoro blanquecino, un país con leyes más absurdas que la casa de Secret Story, y otras cosas del querer. Cuanto más lee y se informa uno de la actualidad de Corea del Norte, y de su capital Pionyang, más percibe que todo pasa por su amado líder. Ese dictador rechoncho, con peinado a lo TikTok y vestimenta futurista que responde al nombre de Kim Jong-Un. Educado en Berna (Suiza), habla perfecto inglés y alemán, y gobierna con mano de hierro desde 2011 su hermético país. Lo hace, atención, como líder supremo de la República Popular Democrática de Corea. Tan cuestionable, por cierto, la denominación democrática de su Estado, como ese terrible liderazgo caprichoso que ejerce sobre más de 25 millones de súbditos.
Porque en Corea del Norte, pese a las afirmaciones relocas de Alejandro Cao de Benós, nada es ni medio normal. Ni un acto tan costumbrista como acudir a la peluquería. Porque hasta los looks de la ciudadanía están reglados por ley. De hecho, Kim Jong-Un impone cada cierto tiempo el estilo de la nación. En concreto, solo tienen 29 opciones de corte de pelo, 14 para los hombres y 15 para las mujeres. Tampoco es amante de los traslados exprés. ¡Todo lo contrario! Una de sus últimas excentricidades ha sido recorrer los 4.500 kilómetros que separan la capital norcoreana de la capital vietnamita (Hanói) en un tren que no supera los 60 km/h. Por no hablar de esos espeluznantes momentos de rabiosidad en los que decide, por ejemplo, matar a su propio tío por ser poco leal al régimen, o fusilar en público a su novia por aparecer actuando en un vídeo de contenido erótico.
Pues bien, es tal la paranoia de este endiosado tirano que, en la actualidad, se desplaza por medio mundo con un inodoro de uso exclusivo para evitar que sus heces caigan en "manos enemigas" y puedan ser analizadas para conocer su verdadero estado de salud. Incluso sus baños personales están vigilados por sus numerosos guardaespaldas, esos que protegen su mierda y no la que él vierte sobre millones de conciudadanos.