La izquierda más exquisita todavía no acaba de entender por qué sus discursos, lanzados levitando tres palmos por encima del suelo, provocan entre su teórico electorado -las personas más humildes- una desafección de talla XXL. Lo hemos vuelto a comprobar en la hiperventilada y estereotipada reacción de la coordinadora de Sumar en Euskadi, Alba García, al foro sobre seguridad impulsado por el lehendakari Imanol Pradales que tuvo su bautismo ayer en el Palacio Euskalduna de Bilbao. Según ella, una iniciativa así implica “asumir los marcos de la extrema derecha” (no podía faltar la socorrida jerga) y puede derivar en la “estigmatización de ciertos barrios y en la criminalización de determinados colectivos”. Fíjense que mi, por otra parte, apreciada García lo dedujo de un simple anuncio en el que no se aludía a ningún colectivo ni, desde luego, a ningún barrio. Como les ocurre a esos curas que ven pecado en todas partes porque llevan el pecado en la cabeza, la dirigente de la franquicia yolandista en la demarcación autonómica cayó en un prejuicio de manual, lo que resulta curioso viniendo de una formación que no deja de sermonearnos cada mañana sobre los prejuicios. Si todos nos pusiéramos a hacer interpretaciones por elevación, podría incluso sostenerse que quien identifica la inseguridad con ciertos colectivos es ella.
Claro que todo lo anterior es casi una minucia frente a la crítica feroz que lanzó contra la frase “En Euskadi, quien la hace la paga”, pronunciada por el lehendakari en la entrevista en la que presentó la puesta en marcha del foro. Según Alba García, se trata de un lema “vergonzoso” que adopta “el lenguaje del PP y Vox”. Aquí el comentario de texto es sencillo: si realmente no comparte un principio tan elemental como que quienes incurren en comportamientos lesivos hacia sus semejantes deben ser sancionados, la líder de Sumar en nuestro terruño está abogando por la impunidad… y alejándose aún más de sus posibles votantes.