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Humilladas y revictimizadas

Se trata de un episodio más de “revictimización”, es una “humillación” y una “afrenta a las víctimas”. Estas palabras y otras más gruesas se han escuchado y leído estos días. Se han pronunciado por parte de víctimas de ETA respeto a la reforma legal que permitirá a los condenados por terrorismo –también a los de otros delitos– computar el tiempo que han permanecido en la cárcel en otro país de la Unión Europea y que ha dado lugar a una nueva y bochornosa trifulca política. Pero esas mismas palabras se han usado también para describir el estado de ánimo de las víctimas de la violencia del Estado ante el desfile que protagonizará mañana, por primer vez, la Guardia Civil por las calles de Gasteiz, con motivo del 12 de octubre, hasta el punto de que la organización Memoria Osoa celebrarán un acto público de desagravio y denuncia. Humillación, revictimización. El próximo domingo 20 de octubre se cumplirá el 14º aniversario de la declaración en la que ETA anunciaba el fin de su actividad armada. Han transcurrido catorce años, pero la batalla del relato sigue muy activa, muy viva. Las cicatrices de la violencia siguen doliendo. Las víctimas de ETA y las de la Guardia Civil tienen razones para sentir indignación. Unas, porque 44 presos de ETA van a salir antes de prisión; las otras, porque se va a celebrar en la capital de la CAV una especie de ongietorri, esta vez no directamente a autores o cómplices no arrepentidos de asesinatos sino a un cuerpo que en muchas ocasiones ha amparado, tapado, justificado y hasta condecorado –y los gobiernos, indultado– a miembros del mismo que han cometido graves violaciones de derechos humanos y que no los ha investigado pese a ser su obligación. Y, sin embargo, aunque duela, aunque vuelva a sangrar la herida, las circunstancias que provocan a ese dolor son irremediables. Humilladas y revictimizadas, lo que les quedaría a ambas sería el mutuo y solidario consuelo. Claro que eso también es imposible, incluso más aún.