Vaya mi primer recuerdo para un tal Carlos Martín Urriza, portavoz económico de Sumar en el Congreso, que no hace ni diez días pontificó en la red social X que la prevalencia de los convenios autonómicos supondría “romper la unidad de la clase trabajadora”. Si el mengano hubiera dedicado menos tiempo a la difusión de consignillas de a duro que al seguimiento de los movimientos políticos de su propio partido y del Gobierno del que forma parte, se podría haber ahorrado el ridículo por su desconocimiento con el sofoco añadido de tener que borrar el mensaje de marras. Era un clamor que el Ejecutivo de Pedro Sánchez, con el visto requetebuenísimo de la vicepresidente segunda y líder de la plataforma a la que pertenece el mentado Martín Urriza, se había comprometido con el PNV a rescatar la traída y llevada prevalencia. De hecho, llegó a estar en vigor hasta que en aquella delirante votación de decretos ómnibus de principios de año, Podemos se la cargó junto a la reforma del subsidio de desempleo, que también volvió a ser aprobada en el Consejo de Ministros de ayer.

Así que no hay ni unidad de la clase obrera ni de la patria española (que esa era la traducción, en realidad) a las que acogerse. Esto iba y sigue yendo de derechos y de condiciones laborales cuyo deterioro había que revertir, exactamente igual que el resto de cuestiones lesivas de las reformas anteriores. Y no debemos de estar hablando de algo tan descabellado cuando el acuerdo resucitado entre los jeltzales y el gobierno de PSOE y Sumar tiene el visto bueno de ELA, LAB y la patronal Confebask. Esa sintonía no se ve todos los días. Qué gran cosa sería que prendiera y cundiera…

Más allá de los beneficios para las personas afectadas por el pacto –ojo, en todo el Estado; no solo en Euskal Herria–, hay que subrayar el buen hacer político de quien no se resignó a perder lo acordado y el cumplimiento de la palabra de la otra parte.