Es de todos conocido que Laboral Kutxa es una entidad muy singular. Como cooperativa de crédito se distingue de las más de 85.000 entidades similares existentes en el mundo que son propiedad de sus clientes, en que, en su caso, los clientes apenas poseen el 20% del capital, que se reparte en su 80% entre las cooperativas socias (mayoritarias en el mismo) y los profesionales de la Entidad, en activo o jubilados.
Es fruto de la visión a largo plazo y la capacidad innovadora de Arizmendiarrieta, que la puso en marcha en el año 1960 a pesar del rechazo frontal a su propuesta de promover un banco propio por sus colaboradores más cercanos: “Márchese D. Jose María, que tenemos harto trabajo que hacer sin oír tonterías de ese calibre”, fue la respuesta contundente de Alfonso Gorroñogoitia a su sugerencia.
Fue precisamente el citado Gorroñogoitia quién asumió la Presidencia de la entidad desde sus inicios hasta su jubilación, en 1989. Dicha etapa se caracterizó, como es bien conocido, por el apoyo a la creación de empresas cooperativas, tanto a través de generosos créditos a los nuevos proyectos empresariales (llegaron a suponer el 80% del activo de la entidad, concentrados en menos de 100 empresas) como por medio de una División Empresarial, que prestaba servicios de asesoramiento a las cooperativas, con un coste equivalente al 0,20% del activo de la Caja.
La entidad se nutrió entonces de personas con fuertes convicciones sociales, muchas de ellos líderes en sus respectivas localidades, en ocasiones con escaso bagaje profesional, pero con una alta calidad humana.
Es en esa etapa cuando la entidad estrena el eslogan Euskadiko Kutxa, siendo la primera institución financiera que normalizó la relación en euskera con sus clientes, además de apoyar a numerosos proyectos relacionados con la lengua y cultura vasca (ikastolas cooperativas, fiestas y proyectos culturales de todo tipo…), como complemento a la creación de riqueza y empleo en la forma cooperativa citada.
Sin embargo, en la segunda mitad de los años 80 se producen dos circunstancias externas que exigen unos cambios relevantes: la supervisión de las cooperativas de crédito pasa del Ministerio de Trabajo al Banco de España y, por otro, el estado español se incorpora a la Unión Europea con la consiguiente apertura de dicho mercado a la competencia extranjera y su impacto en la creación de nuevas cooperativas, lo que hace inviable el modelo de relación existente de la Caja con las cooperativas, así como las pautas de creación de otras nuevas.
Gorroñogoitia, después de 30 años, es relevado a su jubilación en la Presidencia por Juan Mari Otaegi, probablemente la persona más influyente en el diseño de Mondragón Corporación Cooperativa, MCC, que sustituye a la entidad financiera en el liderazgo de los negocios empresariales de la Experiencia Cooperativa y, por otro lado, posibilita que Laboral Kutxa (no sin importantes tensiones internas) formule un proyecto empresarial propio y no subordinado al Grupo, al que le traslada, en cualquier caso, un porcentaje significativo de sus beneficios anuales para apoyar el proyecto global.
Coincide, en el exterior, con el final del statu quo bancario, marcado por el lanzamiento de la Supercuenta por el Banco de Santander. Se abre una nueva etapa de verdadera competencia entre entidades financieras, en la que la Entidad apuesta por un importante esfuerzo de profesionalización de sus socios y por estar en el pelotón de cabeza de las innovaciones bancarias (lanzamiento de la Supercuenta, la Superlibreta, Nueva Hipoteca, Cuenta Profesional para los autónomos, Cuenta Joven, Ahorro Bienestar, Crédito Ilusión, Fondos garantizados…).
Los crecimientos del negocio y de los resultados fueron muy importantes, sin ser desaforados, lo que le permitió abordar la siguiente etapa, en esta ocasión de crisis del sector financiero a nivel mundial, desde una posición de cierta ventaja comparativa con otras entidades que habían tenido estrategias más arriesgadas.
Efectivamente, en septiembre del 2008 la quiebra de Lehman Brothers marca el final de otra etapa (a la vez que muestra la endeblez de todo el sistema financiero internacional, que sólo se mantiene con importantísimos apoyos por parte de las autoridades públicas). Muchos dirigentes bancarios con sueldos millonarios dejan patente la simpleza de sus planteamientos (“mientras había música había que bailar”), su inmoralidad por sus inmerecidas remuneraciones y/o, como el caso de muchas cajas de ahorros españolas, su incompetencia profesional. (Con la muy notable excepción de las Cajas vascas y algunas pocas más).
Coincide en nuestro caso también con el cambio en la presidencia de la Entidad, a la que llega Txomin García procedente de una División industrial y que se apoya en los profesionales de la casa para gestionar la que probablemente ha sido la etapa más difícil para el sector financiero en muchas décadas. Las dudas sobre la calidad de los activos de todas las entidades financieras se van aclarando y, tras años de sacrificios y gestión rigurosa, se alcanzan en la Entidad unas envidiables ratios de liquidez y solvencia.
A destacar en este período la realista y serena gestión de la crisis de Fagor Electrodomésticos en lo a que la Caja de concernía, el modélico proceso de fusión con Ipar Kutxa, la brillante incorporación del negocio de Seguros Lagun Aro a la red bancaria (que permite una aportación cercana al 30% de los resultados de la Caja) y el esfuerzo tecnológico relativo a la digitalización de los procesos internos y de las relaciones con los clientes, que poco tiene que envidiar al realizado por otras entidades con presupuestos considerablemente mayores.
El siguiente paso al Banco Central Europeo, como organismo supervisor de la Caja, derivado de la dimensión próxima a alcanzar por la misma y el relevo en la Presidencia, con el nombramiento de Adolfo Plaza, con una larga y cualificada trayectoria profesional en la Entidad, van a marcar una nueva etapa, que Laboral Kutxa inicia desde una posición de fortaleza indiscutible. (Como dato, se convertirá en la entidad más solvente de las que operan en el mercado español y son supervisadas por el BCE, pasando Kutxabank a un también honroso segundo puesto. ¿Se confirma la teoría de que para ser un buen banquero hay que ser vasco?)
Desde otro punto de vista, lo hace en un momento en el que las entidades bancarias (así como sus dirigentes, por unas remuneraciones difíciles de justificar por su desempeño) están pasando una nueva crisis de reputación.
Sería, por tanto, una oportunidad para que la Entidad, con el liderazgo de Xabier Egibar como máximo ejecutivo y responsable de la marcha del negocio, y Adolfo Plaza como presidente, con carácter más institucional, culmine su reflexión sobre sus señas de identidad y renueve su proyecto socio-empresarial inspirándose en sus valores fundacionales: preocupación por contribuir a resolver los problemas de las personas y la Comunidad, empezando por el apoyo a la promoción de empresas más humanas, que permitan el desarrollo de las capacidades de las personas que en ellas trabajan, y ofrezcan un mejor equilibrio entre propietarios, directivos y trabajadores en el reparto de la riqueza que se crea (lo que en sus inicios se tradujo en la promoción cooperativa).
Así como con un compromiso con unos estándares éticos diferenciales en las relaciones con sus clientes, a los que se comprometa públicamente. Y que, por otro lado, contribuya también a la posible (¿y necesaria?) reformulación del proyecto corporativo, en el marco de la próxima renovación de su liderazgo.
Reformulando, por su parte, el propósito que justificó su nacimiento, tal como se anunció en su última Asamblea General, con la meta, en definitiva, de ser la mejor entidad financiera vasca para sus clientes, sus socios y la Comunidad en la que se inserta.
Presidente de la Fundación Arizmendiarrieta y socio colaborador de Laboral Kutxa