El 10 de diciembre cumplió 75 años la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Su artículo primero establece que todos los seres humanos nacen con iguales derechos y libertades. Qué poco se compadece esta proclamación con la situación actual en la que parece alumbrarse un nuevo orden mundial con diferentes fuentes de poder, en la que emergen en esta nueva polaridad potencias como China y Rusia, países gobernados por autócratas y los denominados BRICS en su generalidad también gobernados por autócratas. Esta nueva polaridad está siendo acompañada en su generación por prácticas de exterminio y genocidio en diversos lugares, que no auguran un futuro brillante para la humanidad.

Este nuevo darwinismo social se empieza a caracterizar con demasiada frecuencia con prácticas de liquidación, en ocasiones, de poblaciones enteras. Con conflictos armados que niegan el disfrute de los derechos humanos a pueblos que sufren el ataque armado de sus poblaciones civiles. Uno de estos pueblos es Palestina o lo que queda de lo que fue Palestina.

El exfiscal de la Corte Internacional Luis Moreno Campo afirma que la situación de Gaza es un exterminio, un crimen de lesa humanidad, una forma de genocidio. Israel pretende con su asedio destruir a la mayoría de la población gazatí. No es una reflexión especulativa la de Luis Moreno Campo, se basa en la negación del Convenio para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio que Israel suscribió.

Se niega el Derecho Internacional Humanitario previsto en los Convenios de Ginebra de 1949, en los que son parte casi todos los Estados. Estos Convenios se completaron con otros dos tratados: los Protocolos adicionales de 1977 relativos a la protección de las víctimas de los conflictos armados.

75 aniversario de la declaración universal de los Derechos Humanos y Palestina

Se niega el Derecho Internacional Humanitario cuando se provoca el desplazamiento de un millón de niños; cuando se bombardea o se dispara contra instalaciones hospitalarias; cuando se bombardea indiscriminadamente a la población civil; cuando no hay un lugar seguro para 1,9 millones de desplazados, alguno de los cuales ha tenido que cambiar hasta tres veces de alojamiento o carece del mismo; cuando se obliga a abandonar sus actividades a la Cruz Roja Internacional o a la Media Luna Roja o a las instalaciones de las Naciones Unidas; cuando se impide la entrada de ayuda internacional colapsando el sistema humanitario.

Se puede comprender y hasta admitir una reacción proporcionada de Israel, víctima de un atentado brutal de una organización terrorista como Hamás, pero no se puede aceptar la desproporción de la respuesta.

El Estado de Israel es una historia de conflictos recurrentes con los palestinos y demás países árabes desde su nacimiento. El discurso de Guterres enmarca correctamente esta realidad en un problema de décadas.

En el siglo XIX, 25.000 judíos, en su mayor parte rusos y rumanos, emigraron a Palestina en la llamada Primera Aliyah. No tardó en aparecer el primer movimiento sionista cuyo personaje central fue el activista austro-húngaro Theodor Herzl, citado en la Declaración de Independencia de Israel de 1948. Este periodista se radicalizó por el caso Dreyfus en Francia. En su libro El Estado Judío propuso la creación de un estado independiente en el que vivirían todos los judíos del mundo.

La Declaración Balfour resultado de un esfuerzo prolongado de los líderes sionistas hizo referencia por primera vez a un hogar nacional judío, en medio de una zona históricamente habitada por árabes. Esta Declaración provocó un goteo de inmigrantes a Palestina que provocó una reacción defensiva que afectaba al 90% de los habitantes de Palestina, fundamentalmente musulmanes y algunos cristianos.

En esa situación nació la violencia entre comunidades, de un personaje notorio de la causa palestina, el predicador Al Qassam, que inspiró la creación de las milicias de Hamás a la creación del estado de Israel en 1948 presidido por David Ben Gurion, un estado sin fronteras delimitadas que auguraba lo que después ocurrió, el expansionismo de Israel acabando con la expulsión de los árabes de más de 750 ciudades, pueblos y aldeas de Palestina; a la conversión en papel mojado del reparto territorial propuesto por la ONU y la conquista por Israel de territorios de fuera de sus fronteras como Cisjordania y la Franja de Gaza. Hoy se estima que hay alrededor de 7 millones de palestinos refugiados contando los descendientes de los que fueron expulsados en 1948.

Israel sigue ganando guerras, en 1967 la de los Seis Días y fue desplazando a los territorios ocupados a cientos de miles de colonos judíos radicales o ultraortodoxos. Israel ganó igualmente la guerra de Yom Kipur y tras ella siguió enviando colonos a Cisjordania, Gaza, El Golan y el Sinaí. Las intifadas consiguieron la retirada de los colonos de algunos de estos territorios, de hecho Ariel Sharon les llevó a desengancharse de la franja.

Benjamin Netanyahu con respecto a los palestinos, su política ha consistido en incrementar la colonización de Cisjordania, mantener a los palestinos a raya en Gaza con un férreo bloqueo y a negar la solución de los dos estados que solo reconocen 139 de los 193 estados miembros de las Naciones Unidas.

Israel incumple desde la Resolución 181 a la 3236 de las Naciones Unidas con su política de asentamientos y apropiación de territorios. Esto ya pone en relieve la debilidad de las Naciones Unidas en materia de resolución de conflictos que se terminó de acreditar con el veto de Estados Unidos a la última propuesta de resolución del Consejo de Seguridad para lograr un alto el fuego y la llegada de ayuda humanitaria.

Malos augurios para este orden mundial multipolar que parece estar engendrándose y que a los déficits democráticos del anterior va a sumar otros nuevos. l

Jurista