Los márgenes de la creación promocional publicitaria no tienen límites, y son capaces de superar, en cada nuevo empeño, los retos que los clientes presentan a las empresas propagandísticas. Publicidad y sociedad de consumo son complementarios en la ecuación que mueve el mercado, alimenta los espíritus creativos y potencia el circuito de la compra venta de objetos y servicios. Las funciones básicas de las acciones publicitarias son identificar en el mercado los elementos de interés y promover la compra de productos. Notoriedad y sorpresa son elementos fundamentales en la acción publicitaria y para ello, sus gestores explotan mecanismos psicológicos que provocan curiosidad, interés empático y atractivo, o rechazo sorpresivo e inmediato. La ocurrencia de recrear una playa y sus circunstancias en un parque madrileño para aumentar la notoriedad de las siglas, colores y logo de un partido político provoca posicionamientos enfrentados. La exigencia creativa para los publicitarios obliga a estos ejercicios malabares en busca del éxito de la campaña que se plantea como una prueba de fuego en el fragor de la batalla política. Todo valga por un voto atraído por la playa de marras. Esta búsqueda del éxito en el planteamiento publicitario mueve los hilos de la creatividad y el esfuerzo de quienes tienen que inventar fórmulas no usadas y novedosas que llamen la atención y sorprendan al ciudadano que espera la reencarnación del añorado Chanquete o la pancarta fascista colocada en un edificio de la capital. En la hora de la evaluación, unos se posicionarán a favor por novedoso y otros en contra, por chabacano y circense, y la publicidad habrá cumplido su papel propagandístico en el proceso electoral.
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