Hay empresarios que consideran que la universidad está de espaldas al mundo empresarial. Que no forma a sus alumnos en las necesidades empresariales. Que debería programar los estudios más especializados para conectar mejor con los requerimientos del mercado. Que ni se interesa ni se dirige a empresas cercanas que adquieren importancia (por salir a bolsa, por estar insertas en sectores especiales, por volumen de facturación o por empleabilidad…). Que no atiende a requerimientos realizados por las empresas sobre estudios o investigaciones innovadoras.

En mi opinión, la universidad debe dar una formación integral a los estudiantes. No solo debe formar en conocimientos técnicos, concretos y específicos, –cada vez más cambiantes y especializados– sino también en valores, es decir, en pensamiento crítico, en visión a largo plazo, en perspectiva general y holística, en ética e integridad…, y también divulgando la trayectoria humanista de empresarios destacados. Por otra parte, ya existen desde hace muchos años programas de formación dual, que no es teoría para realizar en la universidad junto a práctica para realizar en la empresa, sino una formación integral diseñada en colaboración entre la universidad y la empresa.

El año pasado la rectora de la UPV-EHU, Eva Ferreira, nos deleitó con una conferencia en el Grupo Vasco del Club de Roma bajo el título Conocer para cambiar. La universidad, creadora y difusora de conocimiento, convertida en agente de transformación social. Nos decía que estaba en la línea de la universidad humboldtiana, que se basaba en dos ideas de la Ilustración: el individuo y el ciudadano del mundo, ya que Humboldt creía que la universidad (y la educación en general) debería permitir a los estudiantes convertirse en individuos autónomos y ciudadanos del mundo mediante el desarrollo de sus propias facultades de razonamiento en un entorno de libertad académica. Abundaba la rectora en la idea de que la universidad esté en el centro de la sociedad y que la sociedad esté en el centro de la universidad, siendo importante distinguir entre una universidad al servicio de la sociedad y una universidad a demanda de la sociedad. Y me atrevo a sugerir, que donde la rectora decía “sociedad” podríamos poner “empresa”.

Conviene indicar también que la UPV-EHU y las patronales vascas suscriben habitualmente convenios de colaboración. La finalidad es la realización de actividades formativas e investigadoras fomentando aún más la formación dual universidad-empresa, impulsando la realización de Trabajos Fin de Grado, Trabajos Fin de Máster, Tesis de Doctorado (en especial en la industria) y prácticas voluntarias. Se organizan cursos, seminarios y planes de formación casando las necesidades del tejido productivo con la empleabilidad del alumnado. Mediante la formación de grupos de trabajo mixtos se desarrollan estudios conjuntos de investigación científica y técnica. Y se conceden becas destinadas al fomento, impulso y desarrollo de trabajos universitarios.

El ya citado Humboldt, que fundó la primera Universidad de Berlín –que hoy lleva su nombre–, que estudió euskera –a él se debe la expresión de que la lengua vasca es la más antigua de Europa– y que fue ministro de Educación prusiano, abogaba por un enfoque holístico para la educación, combinando enseñanza e investigación, arte y ciencia, con la idea de formar personas con capacidad de pensar. En lugar de únicamente formación técnica y profesional para convertir a los hijos de carpinteros en buenos carpinteros, abogaba por convertir a todos los jóvenes, sobre todo, en excelentes personas.

En conclusión, claro que es importante que la universidad se conecte con el mercado y con las necesidades concretas de las empresas para contribuir al desarrollo económico-social y a la competitividad. Así, cuanto se aprecia y cuanto mejora la enseñanza en estudios universitarios ligados con el mundo empresarial, cuando ocurre que los profesores tienen experiencia en ese mundo. O cuando empresas importantes tenían, hace muchos decenios, departamentos en la misma Universidad de Deusto, donde los estudiantes hacían prácticas. Pero no hay que perder el norte. Las necesidades empresariales pueden ser muy cambiantes y puede resultar peligroso ceñirse sólo al objetivo de satisfacer la demanda de las empresas. En la universidad deben formarse personas, no simples operarios al servicio del capital. Lo cual no obvia, que sea necesaria –y de hecho existe desde hace mucho tiempo– una estrecha colaboración, que seguro que puede ser mejorable, entre el mundo universitario y el empresarial.

Economista