hace tan solo cuatro décadas hubiera resultado difícil de creer. Pero, ahora, es la nueva realidad. El pasado mes de agosto conocimos que, por primera vez desde 1921, fecha de la creación de Irlanda del Norte, los católicos superan a los protestantes en el censo de población. El cambio no significa necesariamente un vuelco político, pero es la constatación de que el status quo ha cambiado o está a punto de hacerlo.

Una mayoría por estrenar

Cabe pensar que la población católica, tradicionalmente asociada al republicanismo y favorable a la unión con sus vecinos del sur, será también más numerosa en los próximos años que la comunidad protestante, coaligada con el Reino Unido y cuya presencia ha sido hasta ahora mayoritaria en las instituciones norirlandesas. Debo advertir que tanto el término católico como protestante responden más a paradigmas identitarios que a religiosos. Quizás años atrás no fuese así, pero ahora lo es.

Uno de los cimientos fundamentales sobre los que se edificó Irlanda del Norte fue precisamente la religión. El protestantismo, con sus diferentes credos, era la fuerza aglutinadora de la nación, tanto como la propia monarquía. Los líderes unionistas eran marcadamente anticatólicos y detrás de cualquier movimiento reivindicativo de los derechos humanos veían siempre la sombra del Papa, por asombroso que parezca. En este contexto destacaban energúmenos como el reverendo Ian Paisley, cuyo discurso de odio marcó la política del país durante años.

Afortunadamente, los líderes de la comunidad protestante ya no hablan ni comparten ese mismo lenguaje. Y es en este punto, cuando me ha venido a la memoria la frágil figura de Alec Reid, ya fallecido, y sacerdote de la iglesia católica en uno de los barrios más republicanos de Belfast. Alec Reid, uno de los principales hacedores de la paz y conocedor como pocos de los problemas de su territorio, decía que Irlanda del Norte necesitaba de los católicos para formar un país entero. Su experiencia le ha dado la razón.

Contrariamente a lo que muchas veces y de manera simplista solemos analizar, no todos los católicos están dispuestos a unirse a sus vecinos de la República de Irlanda, ni tampoco todos los protestantes tienen una reticencia absoluta a unirse con ellos. Y es que entre otras cosas, la influencia, en otros tiempos tan poderosa de la Iglesia católica en Irlanda, ha declinado. Además, tampoco, es el país pobre del que sus vecinos emigraban en masa a Estados Unidos o al propio Reino Unido.

Al igual que Reid, estoy convencido de que la única manera en la que Irlanda del Norte puede permanecer en el Reino Unido es con el acuerdo de una capa importante de la población que aun sintiéndose irlandesa y de tradición católica cree que el Reino Unido le ofrece mayores oportunidades para su futuro. Es una decisión del todo pragmática, pero tan respetable como cualquier otra razón.

Lo que sería un fracaso es el volver a la separación radical de las dos comunidades. Los tiempos han cambiado, la violencia ha dejado de tronar, e incluso Ian Paisley logró establecer cierto grado de cordialidad con Martin McGuinness en los últimos años de su vida. Por si todo esto fuera poco, un renovado y pragmático Sinn Féin ganó las últimas elecciones autonómicas del pasado mayo en Irlanda del Norte. Su papel ha sido decisivo en el cambio.

Por otra parte, el anacronismo de una parte de la comunidad protestante que parece vivir en tiempos pasados, sin tener en cuenta los cambios habidos en los últimos años no ayudará a la integración de aquellos que podrían propiciar una región más inclusiva y próspera.

Visitar Irlanda del Norte fue durante años como ir a ver a una apreciada tía cuya salud sufre constantes contratiempos. Si no era pulmonía, era una afección seria de garganta o los latidos del corazón que marcaban un ritmo gravemente desacompasado. Siempre cerca de los servicios médicos. Daba la impresión de que la paz tantas veces operada de urgencia en los quirófanos políticos, y tan debilitada, estaba a punto de irse al otro barrio. No ha sido así. Y, aunque queda camino por hacer, Alec Reid, donde quiera que esté, estará muy feliz.

* Periodista