Las medidas de ahorro energético del decreto ley del Gobierno español son necesarias –algunas de ellas ya se vienen implementando en otros países europeos–, aunque deberían ser más ambiciosas y de mayor espectro con el objetivo de reducir el consumo energético y conducir al fin de la utilización de los combustibles fósiles lo antes posible. Pero, además, deberían redactarse con la participación y el consenso de las Comunidades Autónomas.

Ahorro energético sí, pero con más ambición y participación

Es importante tener en cuenta que el consumo exacerbado y desorbitado de energía es una de las causas principales de la crisis climática y ecológica que sufrimos en el conjunto del planeta y en cada una de sus regiones, y, por tanto, en Euskadi. Alrededor del 80% de la energía que se consume a nivel mundial procede de los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural) y son los causantes en su mayor parte de la emergencia climática.

También es necesario explicar de forma muy pedagógica a la ciudadanía cada una de las medidas de ahorro energético a aplicar, ya que ahorrar energía es la mejor forma de reducir consumos innecesarios de gas, con cuya compra se está financiando la guerra de Rusia en Ucrania, y, además, es fundamental en la lucha contra la emergencia climática. Ahorrar energía, mejorar la eficiencia energética, evitar el derroche y consumos innecesarios, va a significar una mejor calidad de vida para la ciudadanía. Lo de la corbata es una anécdota, que no debe ocultar el debate sobre la necesidad de objetivos de mayor alcance de ahorro y eficiencia energética.

En el decreto ley de medidas de ahorro energético del Gobierno español se contemplan disposiciones que obligan a la regulación de la temperatura y el apagado de escaparates e iluminación, que son las primeras que han entrado en vigor. El aire acondicionado no podrá ser inferior a los 27 grados –aunque la vicepresidente y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, precisó el pasado viernes que bares y restaurantes pueden limitar el uso del aire acondicionado al “entorno de los 25 grados”, teniendo en cuenta las recomendaciones de la legislación laboral–, y la calefacción, en invierno, superior a los 19 grados. A partir de las 22.00 horas, se deberán apagar los escaparates y el alumbrado de los edificios públicos que a esa hora estén desocupados.

Por otra parte, para el próximo 30 de septiembre, los edificios que están obligado a ello, que son aquellos que tengan usos administrativos (los de la Administración pública, oficinas, zonas de uso público, etcétera), comerciales (tiendas, grandes almacenes, supermercados, centros comerciales), hostelería, espacios culturales como cines, auditorios o centros de congresos, y edificios relacionados con el transporte de personas, como estaciones y aeropuertos, deberán contar con un sistema automático de cierre de las puertas que dan a la calle, para evitar que estén abiertas de par en par. También los edificios obligados a limitar su temperatura deberán informar sobre las nuevas medidas de ahorro a través de carteles o pantallas visibles desde su entrada. Tienen hasta el 2 de septiembre para hacerlo.

Pero, en mi opinión, si bien las medidas avanzan en la buena dirección, faltan otras como el aislamiento de los edificios, la sustitución de calderas de gas por bombas de calor y el autoconsumo, con las cuales todos los edificios podrían ser autosuficientes en energía y cumplir el mandato europeo de ser edificios de consumo casi nulo, así como incentivar la eficiencia y el uso de energías renovables en la industria. También son necesarias actuaciones importantes para reducir el consumo de gas y petróleo en todos los sectores, como acabar con todas las subvenciones a los combustibles fósiles, y regular e impulsar las comunidades energéticas.

En lo que respecta al transporte, que es una fuente importante de consumo de energía y emisión de gases de efecto invernadero, es necesario prohibir los vuelos cortos con alternativa ferroviaria y regular las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE) en las ciudades, con una reforma del etiquetado de los vehículos en función de sus emisiones reales; y también medidas muy eficientes para el ahorro de combustible, como reducir el límite de velocidad en autovías a 110 km/h. En el transporte ferroviario, que vive una dejación importante en los últimos años por falta de inversión y presupuesto, es fundamental contar con una mejora urgente de las frecuencias, sobre todo en los trenes de cercanías y media distancia.

El diseño de nuestras ciudades y municipios depende en gran medida de la electricidad –23% de la energía consumida–. La gasolina, gasóleo y gas que usamos para el transporte y calefactarnos representan el resto. Y el 85% vienen del exterior. En este sentido, es necesario transformar el modelo energético, adoptando medidas como reducir de forma importante el consumo, para lo cual no bastan medidas puntuales, sino que es necesario cambiar hábitos de vida, reducir necesidades de movilidad, aislar edificios, cambiar procesos productivos y practicar consumo de proximidad.

En segundo lugar, es necesaria la incorporación de procesos de participación ciudadana en los que las comunidades puedan decidir qué energía consumen y cómo. Un buen instrumento importante para ello son las comunidades energéticas locales, que den el liderazgo en un nuevo modelo energético al mundo local, las pymes y la ciudadanía, siendo las personas las que decidamos cómo queremos generar y consumir la energía en nuestras casas, trabajos, municipios, en nuestros desplazamientos.

Conviene tener muy en cuenta que el Estado español acumula un calentamiento de 1, 7° desde 1850 a 2020, según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). El planeta en su conjunto, un 1, 1°, según el Panel Intergubernamental contra el Cambio Climático (IPCC, en sus siglas en inglés). En su sexto y último informe, el organismo científico alerta de que serán más frecuentes los fenómenos climáticos extremos, los cuales favorecen otro tipo de desastres, como las olas de calor, sequías e incendios forestales.

En este verano de 2022 se le suma a todo ello la crisis energética generada por la guerra en Ucrania y los cambios geopolíticos por el control ante un escenario de escasez de combustibles fósiles.

Este escenario nos plantea la necesidad de una revisión total del sistema económico y social, y de realizar cambios muy profundos en nuestros hábitos de vida, en nuestros desplazamientos, en el consumo y no sólo en controlar el termostato, aunque también.

* Experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente