ras la segunda guerra mundial, el sector de la tele se desarrolla en Europa siguiendo pautas que se mantienen en la actualidad. Las televisiones para emitir necesitan frecuencias radioeléctricas que están controladas y vigiladas por una autoridad del Estado en un ejercicio concesional que en estos momentos anda revolucionado por el desarrollo digital rampante. El mundo de la tele en el viejo Continente sigue el modelo concesional de televisiones públicas y privadas y ambas fórmulas coexisten en lucha por competencia, audiencia y estilos diferenciados de tele privadas y públicas. Son dos modos de enfrentar propiedad, filosofía y objetivos del más poderoso medio audiovisual del siglo XXI. Tanto públicas como privadas, las empresas de televisión buscan lograr objetivos de rentabilidad económica y social en un planteamiento de guerra casi total. Tanto unas empresas como otras buscan conseguir objetivos, más económicos que sociales en las privadas, y más sociales que monetarios en las públicas. Bajo estos principios los responsables programan, orientan y satisfacen las apetencias de la demanda en la diaria lucha por crear clientela, mantener y aumentarla con estilos, contenidos y modos diferenciados, singulares y hasta contrarios. La audiencia reconoce programas de tele pública o privada, y sabe de los límites y características de una y otra. La búsqueda de beneficio con la satisfacción de la demanda de los inversores en las sociedades anónimas privadas justifica la utilización de contenidos casi vetados en las públicas. Ganar oyentes-clientes, incrementar la rentabilidad económica es sinónimo de éxito y esto en las privadas es ineludible y además necesario en cualquier coyuntura o avatar económico. Todo por la pasta frente a todo por la rentabilidad social, política o ideológica. Son las dos maneras de ofrecer la tele europea en esta aldea global regida por los medios en una pelea tan incansable como agotadora. Es lo que hay. l