La Mano de Irulegi es un hito para el estudio de las lenguas prerromanas y del origen del euskera, pero también muestra que la arqueología es, casi principalmente, escarbar en la vida y los ritos cotidianos de nuestros antepasados. Es menos glamuroso pero tan interesante como los de los nombres famosos de la historia.

El anuncio el pasado noviembre del hallazgo de la Mano de Irulegi supuso un auténtico bombazo arqueológico. A la singularidad del objeto, una mano de metal que parece ser un amuleto de protección y de la que parece se conocen otros ejemplos, se une que está grabada con varias palabras escritas con un signario ibérico transcribiendo una lengua que se ha identificado como vascónica.

La única palabra de las cuatro que pudo ser leída, sorioneku, se interpretó por su cercanía, por su parecido con la actual palabra en euskera zorion (suerte en castellano) como un término en lengua vascónica, de la que provendría el actual euskera. 

La Mano de Irulegi, durante el proceso de limpieza.

La Mano de Irulegi, durante el proceso de limpieza. GN/Aranzadi

Pero más allá de toda la investigación, análisis y discusiones académicas que se van a desarrollar en este ámbito, la Mano de Irulegi ha puesto en el foco de la ciudadanía que la labor de los arqueólogos, más allá de extraordinarias búsquedas históricas como pueden ser la tumba de Cleopatra o los restos de la ciudad de Troya, consiste en averiguar cómo vivían el día a día nuestros ancestros, cuáles eran sus usos y costumbres y cómo han ido evolucionando por los mutuos contactos e intercambios entre distintas sociedades y civilizaciones. 

La Mano de Irulegi es ahora un objeto de estudio en muchos campos, algunos de ellos casi completamente nuevos, pero al parecer, originalmente en el I aC no era más que un amuleto de protección del hogar o para recibir a los visitantes que atravesaban el umbral de la vivienda de cuya puerta podría colgar. Como lo había en tantas otras viviendas.

Son estos objetos cotidianos, como vasijas, ánforas, peines, tablillas, figurillas y otros similares los que ofrecen una radiografía de la cotidianeidad a lo largo de miles de años, incluso un millón si nos vamos hasta Atapuerca, por ejemplo, los que revelan a los arqueólogos, y por extensión al resto de la ciudadanía, que a pesar de la lejanía temporal, no somos tan distintos.

Estos son otros hallazgos arqueológicos presentados a lo largo del pasado 2022 que han supuesto pequeñas o grandes revelaciones pero que nos resultan también sorprendentemente cercanas. 

Como ejemplo palplable sirvan los siguientes hallazgos:

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Las otras 'manos de Irulegi' en el mundo Juan Miguel Ochoa de Olza | NTM