Seguro que habéis utilizado en más de una ocasión Google Street View. Es esa funcionalidad que tienen tanto Google Maps como Google Earth y que nos ofrece panorámicas a nivel de calle. De esta manera, nos situamos en medio de un lugar y podemos observar el sitio con imágenes tomadas desde el mismo para recrear la experiencia. A mí personalmente me ha ayudado mucho en situaciones muy diferentes: para orientarme, para imaginarme el lugar donde estaba un hotel en la otra punta del mundo, para situar los establecimientos más cercanos, etc. Creo que nadie pone en duda su validez.
Encima, es gratis. Bueno, de la manera a la que se entienden hoy en día los conceptos de gratuidad; la información que generemos en su uso, transformada y adaptada, la convertirá Google a dinero. La posibilidad de ubicar usuarios y empresas a los anunciantes les viene muy bien. Al final, no olvidemos que cualquier negocio publicitario nos ve como mercancía a la cual mostrar productos y servicios que podremos comprar en función de nuestras acciones. Cuanta más información tenga, más eficiente será la inserción publicitaria. Google Maps recopila datos espaciales de múltiples fuentes: las citadas fotografías de Street View, imágenes que toma por satélite, escaneos en tres dimensiones, imágenes que entregamos los usuarios, las ubicaciones de nuestros teléfonos inteligentes, etc. Y con todo ello, ha logrado conocer la tierra como nadie. Cuando se equivoca con algo, incluso es noticia. Hace unas semanas sabíamos que había decidido eliminar una ruta en Siberia tras un accidente mortal. Dos rusos habían quedado atrapados a -50 grados en una carretera alejada de servicios de emergencia. Habían elegido esa ruta de Google porque era más corta que la que ofrecía Yandex.
No obstante, que tengamos toda esta información a nuestra disposición debe hacernos pensar. ¿Cómo ha sido tomada?; ¿nos han pedido permiso? En Internet, se pueden encontrar numerosos casos denunciados por salir una persona precisamente en el momento en el que las cámaras de los coches de Google estaban filmando en la calle.
En Alemania y Austria, los dos países europeos con leyes de privacidad más estrictas, esto lo tenían claro. Si miran en la herramienta, verán que apenas hay imágenes de las calles de estos países. Su cultura hacia la intimidad del individuo, da el derecho a sus ciudadanos a no solo no ser grabados o fotografiados en la calle, sino que incluso puedan exigir que se difuminen sus casas o carteles personales. Lógicamente, este trabajo de borrado para Google sería titánico, así que optó por directamente no fotografiar las calles alemanas. Solo están disponibles las calles de las ciudades más importantes de Alemania así como de algún resort de ski. Son además las fotografías antiguas, dado que lleva prácticamente diez años sin actualizar las mismas.
Google acumula unos cuantos procedimientos judiciales abiertos en todo el mundo por este asunto. Es verdad que para crear la herramienta adoptó una postura bastante liberal. Son espacios en la calle, un espacio y bien público, ¿por qué no voy a grabarlo? En realidad se trata del enésimo caso que la era digital nos trae en cuanto al choque de marcos del derecho. Lógicamente Google tiene su derecho a hacer lo que hizo, pero también lo tenemos las personas a preservar nuestra intimidad. El punto de equilibrio es complicado. Y es que según diferentes ordenaciones de protección de datos, el tratamiento de los datos de carácter personal requiere el "consentimiento inequívoco del afectado". Es evidente que esto, en el caso de Google Street View, es un aspecto poco cuidado.
Google Maps lleva ya más de trece años entre nosotros. Ha ido evolucionando hasta convertirse en un estándar a la hora de navegar o encontrar lo que buscábamos. Lejos quedan esos días de tener que comprar un GPS carísimo traído de Estados Unidos. Ahora financiamos nuestra movilidad de otra forma: siendo el propio producto de la herramienta gratuita que usamos. Los mercados han evolucionado.