Todos los entrenadores realizan un proceso de selección natural y establecen con más claridad los roles según avanza la temporada. Hay jugadores en los que se confía a ciegas con independencia de cualquier drástico bajón del rendimiento y otros que, por el contrario, no colman las expectativas o simplemente no le entran del todo por los ojos. Neven Spahija no intervino el pasado verano en la confección de la plantilla del Baskonia para el curso 2021-22 y en noviembre del año pasado cogió las riendas de un equipo con alguna pieza que posiblemente le chirríe más de la cuenta.
El entrenador croata lleva cuatro meses como timonel de la nave azulgrana y, por lo tanto, ya ha dispuesto de margen suficiente para hacer y deshacer a su antojo. Lo que nadie cuestiona es que ha sabido rodearse de una reducida guardia pretoriana con la que pretende morir hasta el final de la temporada.
Quienes no se hayan subido a una locomotora a toda velocidad difícilmente podrán hacerlo ya porque, con independencia de la decepción sufrida en Mónaco que ha liquidado virtualmente las esperanzas continentales, el Baskonia está viviendo uno de sus momentos más dulces y no espera a los rezagados.
Apreciada la gestión de los minutos de Spahija, todo el mundo ha interiorizado que el Baskonia es ahora mismo un grupo partido en dos. Tan solo siete jugadores gozan de la total confianza de Spahija y soportan el peso del equipo en sus manos. Los restantes cinco aguardan algún regalo caído del cielo y son conscientes de su papel secundario.
Baldwin y el renqueante Granger se alternan en los puestos de uno y unodos, Giedraitis y Fontecchio copan los dos puestos exteriores durante la mayoría de los minutos -el polivalente italiano también es válido para ejercer como cuatro-, mientras que la terna integrada por Peters, Costello y Enoch se reparten el protagonismo en la cuerda interior. ¿El resto? Aparecen y desaparecen sin ninguna continuidad.
Spahija ha delegado su suerte en siete jugadores del más alto nivel cuyo desgaste, eso sí, está siendo altísimo en las últimas semanas. De ahí que no siempre puedan rayar al elevado nivel que el Baskonia necesita para simultanear dos competiciones de gran exigencia.
El extenuante ritmo de partidos entre ACB y Euroliga -12 en apenas 27 días- debería haber obligado al balcánico a abrir mucho más la mano, pero ha sido muy conservador en ese sentido. Si Ivanovic acostumbraba a exprimir a sus mejores hombres, al actual técnico baskonista no le va a la zaga. Prueba de ello es que el boquete abierto esta temporada entre esos siete primeros espada y el resto es de unas dimensiones considerables.
los cuatro secundarios
Marinkovic, una de las grandes decepciones de la campaña, los tres canteranos (Sedekerskis, Kurucs y Raieste) y Barrera -reclutado únicamente para ayudar en los entrenamientos- se mantienen, un día sí y al siguiente también, como piezas secundarias dentro de la rotación azulgrana. El último ejemplo de ello tuvo lugar el pasado domingo en el derbi vasco de Miribilla ante el Bilbao Basket cuando, pese al holgado marcador a favor del Baskonia, tan solo ingresaron en los compases finales del duelo para disputar los minutos de la basura. Una decisión cuestionada por muchos aficionados.
Ni siquiera el buen papel de la mayoría de ellos en la cita previa de Euroliga celebrada en el Principado de Mónaco les sirvió para sentirse más partícipes del contundente triunfo ante el Bilbao Basket. Si el Baskonia revivió ante el cuadro de Mike James fue, en parte, gracias al sacrificio defensivo y la frescura que aportaron los elementos de su segunda unidad, pero Spahija volvió a ser implacable a la hora de mantenerles atornillados al banquillo en un partido donde el viento soplaba a favor y los titulares pedían a gritos un merecido descanso.
Mientras Marinkovic no se ha ganado casi nunca los minutos e incluso ha dejado más destellos hasta ahora ejerciendo como base, el ostracismo de un soldado disciplinado como Sedekerskis sigue resultando muy llamativo e inmerecido. Y es que el lituano evolucionó de una manera espectacular de la mano de Ivanovic convirtiéndose en un todoterreno en todos los aspectos. Su falta de amenaza desde el 6,75 puede estar detrás de la pérdida de mordiente desde que Ivanovic fue obligado a hacer las maletas.
Kurucs, otro de los ojitos derechos del Buesa Arena, también ha prendido la mecha a nivel defensivo en varios partidos, pero ve racionados sus minutos incluso en partidos donde su presencia podría brindar un plus. Lo mismo sucede con Raieste, que vivió su día de gloria esta campaña ante el Efes gracias a un espectacular trabajo atrás sobre Larkin y tres triples providenciales.
La brecha que se ha abierto entre los titulares y algunos suplentes es enorme, pero ya no se pueden realizar más concesiones en la ACB