Para ser un carpanta de los rebotes, una consideración que en su día tuvieron Denis Rodman, Mirsad Turkcan o Felipe Reyes, no solo hay que andar sobrado de centímetros. También son precisos unos muelles importantes en los tobillos, unos codos afilados que permitan ganar la posición sin verse penalizado por el criterio arbitral, un buen sentido de la colocación con el fin de intuir dónde puede caer el rechace proveniente del aro y, sobre todo, una voracidad colosal. Todos esos ingredientes están condensados en la figura de Ángel Delgado, el fornido pívot del Bilbao Basket que esta tarde volverá a poner a prueba en Miribilla la fiabilidad del controvertido juego interior del Baskonia.
El derbi vasco promete ser una batalla sin cuartel y mucho ganado de antemano tendrá quien lleve la voz cantante bajo los aros. Una zona del campo donde tanto Costello como Enoch, cada vez más justos de gasolina después de que el club azulgrana no les haya cubierto las espaldas con un tercer pívot desde la rescisión de Nnoko, estarán obligados a dar la réplica al bautizado como señor de los rebotes dentro de la ACB. Si bien se ha topado esta temporada con la feroz oposición de Chima Moneke (Manresa) para liderar este apartado estadístico, ningún jugador garantiza un mayor número de rechaces por partido que este dominicano de 208 centímetros, capaz de irse hace años hasta las 32 capturas en un partido de la Liga de Desarrollo con el filial de los Clippers.
En algunas ocasiones es por instinto natural y otras por pura cabezonería y tesón. Sin embargo, lo único cierto es que el rebote casi siempre cae en sus manos. Contados jugadores le hacen sombra a Delgado en esta faceta tan importante hoy en día en el baloncesto. El correcto cierre del rebote da paso al contragolpe y la consecución de canastas fáciles, por lo que disponer de un jugador de estas características constituye un tesoro muy preciado para cualquier técnico.
“Cuando crecí y me puse fuerte, empecé a coger rebotes y por eso creo que es un don que me dio Dios y quiero aprovecharlo. El rebote es para el que lo quiera más y yo siempre lo quiero mucho”, admite Delgado cuando se le cuestiona por su fortaleza en este apartado que, por ejemplo, contrasta con sus limitados recursos técnicos en el poste bajo o su mano de madera desde el tiro libre. Aquí sus quebraderos de cabeza son sensiblemente mayores.
En la Universidad de Seton Hall, donde por cierto aprobó las carreras de empresariales y criminología, Delgado ya dejó entrever de lo que sería capaz. En cuatro años cayeron en sus manos la friolera de 1.455 rebotes, una barbaridad. Desde que en la NCAA se fijaron divisiones en 1973, únicamente seis jugadores han sumado más rebotes en su etapa universitaria: Kenneth Faried, Tim Duncan, Derrick Coleman, Malik Rose, Ralph Sampson y Pete Padgett.
Con el Estudiantes también se convirtió la pasada campaña en el primer jugador en 10 años que consiguió atrapar 20 rebotes en la ACB. De esta manera, pudo igualar ante el Zaragoza un récord del ya retirado Felipe Reyes. Su forma de desenvolverse bajo los tableros despertó el interés de los Clippers para competir con la franquicia californiana mediante un contrato dual, aunque su bagaje al otro lado del charco se reduce a únicamente dos partidos.
El poste dominicano tuvo que enfocar entonces su carrera hacia Europa. Tras su fallida tentativa de recalar en los Beijing Royal Fighters de la CBA china, terminaría jugando para el Hapoel Holon. Israel fue su última parada antes de aterrizar en España de la mano del Estudiantes, donde sus inicios no fueron fáciles -las malas lenguas dicen que llegó en pretemporada bastante pasado de peso- y renació de la mano de Jota Cuspinera, relevo de Javi Zamora. El año de su bautismo en la ACB deparó sentimientos encontrados, ya que fue negativo en lo colectivo por el descenso estudiantil en la última jornada, pero brillante en lo individual.
Interior ágil, móvil y enérgico que se limita a anotar en las continuaciones y dominador del juego por encima del aro, Delgado no tuvo una infancia fácil en Bajos de Haina. Su crecimiento como jugador y persona no se habría entendido sin el dinero que le prestó un amigo de su madre para tomar el autobús que le condujo desde su localidad natal, donde vivía “en un barrio muy pobre”, a Santo Domingo con el fin de participar en una prueba de baloncesto de un instituto estadounidense.
Finalmente cumplió su sueño americano y pudo formarse en una escuela de aires militares. Eso sí, lo hizo solo en un país extraño y sin conocer el idioma, tal y como ha señalado en varias ocasiones. Para completar su beca en Estados Unidos y llenar sus bolsillos con algo de dinero, este aspirante a policía se vio obligado a vender bizcochos en la calle.
El baloncesto ha supuesto la tabla de salvación para un pívot que vio cómo su padres se separaron cuando tenía un año de edad. Delgado creció bajo la tutela de su humilde madre, que ganaba el sueldo mínimo trabajando en la zona franca. Su hermana, seis años mayor que él, se haría luego cargo de él. Los rebotes son hoy en día su principal razón de ser.
En la universidad capturó 1.455 rechaces y con el Estudiantes fue el primer jugador que consiguió 20 en la ACB tras una década