Pasito a pasito, el Baskonia progresa adecuadamente. Aquellos tétricos tiempos en cuanto a palidez en el rostro y sequía anotadora empiezan a pasar a la historia. Tras los nubarrones de tantas y tantas jornadas fatídicas, un cielo despejado se abre paso por fin en los humedales de Salburua. Ni los más viejos del lugar recordaban esta desbordante alegría y fluidez para martillear el aro rival. Al menos, se percibe ya otro lenguaje corporal, el primer mandamiento para sustentar el crecimiento. Bienvenido un grupo más dinámico, suelto y alegre que todavía está a tiempo de reengancharse a una temporada ilusionante.
Si se trataba de ratificar las buenas sensaciones atisbadas en el Palau, el Baskonia satisfizo su objetivo con creces. El equipo vitoriano volvió a saborear las mieles de un triunfo arrollador tras un partido donde el Asvel no pudo mantener su inclemente ritmo anotador tras el intermedio. Con la lengua fuera y sin excesiva chispa tras su duelo doméstico del martes ante el Mónaco, los hombres adiestrados por TJ Parker se desangraron ante la pegada de un anfitrión azulgrana con múltiples recursos en la ofensiva.
El constante toma y daca hasta el descanso se convirtió entonces en un monólogo de un Baskonia con armas muy poderosas para hacer sangre. Desde la creatividad de la dirección de juego hasta la solidez interior -Costello ha insuflado otro aire a esta controvertida parcela-, pasando por la mordiente de sus exteriores -Baldwin fue un peligro constante, la muñeca de Granger entró en calor en el momento justo y Giedraitis se sumó al festival con el Asvel ya roto-, casi todo funcionó como un reloj suizo en las filas locales.
Al Baskonia le tocó cocer el partido a fuego lento y aguardar al segundo tiempo para plasmar su superioridad. Aunque comprobó en primera persona el formidable porvenir de esa jovencísima perla llamada Wembanyama, opuso los recursos suficientes para dar continuidad a su mejoría atisbada en la Ciudad Condal. El espigado galo -ante la atenta mirada de seis scouts de la NBA- se dejó sentir no solo por sus interminables brazos sino también por su buena mano y su sorprendente movilidad para moverse lejos del aro, pero representó un recurso insuficiente para TJ Parker.
Si bien los pequeños del Asvel encabezados por Jones metieron el miedo en el cuerpo en el Buesa Arena al inicio, la velada terminó discurriendo por cauces muy favorables para el Baskonia. La escuadra vitoriana ni mucho menos se quedó rezagada a la hora de destapar su ánimo de redención y su mayor grado de confianza respecto al inicio de la temporada. Quinta victoria continental con aires altaneros, aunque la zona de privilegio todavía sigue a una distancia considerable a expensas de los réditos que puedan extraerse de la inminente semana turca (Efes y Fenerbahce).
La perfecta conexión entre Granger y Enoch constituyó una de las vías más asequibles para anotar del cuadro vitoriano, huérfano hasta el descanso de una coraza de hormigón para vivir una noche algo más tranquila. Costello y Baldwin -más pausado en la toma de decisiones- se sumaron poco a poco a la causa del Baskonia. Pese a que la solvencia anotadora contrastó en algún tramo con sus desatenciones en la defensa del uno contra uno o su lentitud a la hora de correr hacia atrás, acabó gobernando el partido con máxima autoridad.
El toma y daca tan solo fue una realidad en los veinte minutos iniciales. TJ Parker no titubeó incluso para simultanear la presencia de sus dos torres en pista (el bisoño Wembanyama y Fall) en un planteamiento inusual hoy en día dentro del baloncesto, pero todos sus intentos de contrarrestar el dominio local resultaron en vano.
El Asvel, un visitante tan estético como falto de sacrificio, se vio atormentado a la postre por el frenético vértigo azulgrana. El correcalles se hizo más patente tras el periodo para la reflexión y en ese contexto de barra libre para anotar el Baskonia consiguió poco a poco llevar el partido a su terreno y marcar territorio. Prueba de ello fue el concluyente 66-52 que casi dejó el choque visto para sentencia tras un mortífero arreón que envió al Asvel a la lona. De ahí a la conclusión, la tropa alavesa administró sus rentas con buenas dosis de oficio y saber estar. Mucho tiempo después, el Buesa Arena ya mastica algo más de optimismo y se ilusiona con un grupo mucho más reconocible.