- Quinta derrota en nueve partidos. El balance sigue en negativo para el Baskonia. El partido ante el Zenit se presentaba como una oportunidad para pegar un salto en la clasificación, pero el que salió reforzado del Buesa Arena no fue otro que el equipo ruso.

Y no se puede decir que fuera una sorpresa. Porque el Zenit juega siempre así, dejando a sus rivales en 70 puntos, como ayer. Es cuestión de imponer el ritmo y de poner trampas por todas partes para colapsar al adversario.

El triunfo del Baskonia pasaba por darle velocidad al juego y no pudo hacerlo casi nunca, apenas unos minutos en el arranque del tercer cuarto. De perder por seis (28-34) a ganar por cuatro (42-38).

Pero la clarividencia de los jugadores baskonistas duró muy poco, demasiado poco para descompensar el orden con el que se habitualmente se desenvuelve el equipo ruso. Los galones para Pangos, espectacular su dominio del tempo frente a unos impotentes Vildoza y Henry, la sabiduría bajo los aros de Gudaitis -cuánto tienen que aprender los pívots baskonistas del lituano- y la tremenda agresividad y acierto aportados por Ponitka y Poythress cuando flojeaba Will Thomas. El colapso que parecía atenazar a los dos equipos en los primeros compases del partido (2-2 en cuatro minutos y medio), con ser espantoso, se adaptaba mucho mejor al guion escrito por Xavi Pascual que a la película soñada por Dusko Ivanovic.

El técnico del Baskonia intentó remediar sus males con el gigante Fall y, aunque desconcertó algo al Zenit, no fue suficiente como para romperle los esquemas.

El efecto Fall duró poco. Poythrees y Ponitka se encargaron de contrarrestarlo mientras Pangos esgrimía su magnífica batuta. Se trataba de leer el partido y los bases locales parecían desenfocados. Ni Henry ni Vildoza pudieron o supieron sobreponerse en ningún momento al baño de realidad con el que les castigó el esloveno.

El partido avanzaba y nadie se despegaba en el marcador. Otra línea maestra del plan de Pascual. La clave era contener las acometidas del Baskonia, alargar los ataques y sufrir al máximo en defensa. Pero sufrir con inteligencia, con ayudas, con solidaridad extrema y no tanto con zarpazos fugaces en forma de robos y tapones, como el Baskonia.

Al equipo vitoriano le faltó continuidad, fluidez. Ese atasco era buscado por el Zenit, o sea, lo que viene haciendo siempre que el coronavirus le ha dejado jugar.

El Baskonia ya estaba avisado pero una cosa es saberlo y otra bien distinta combatirlo. La sensación de derrota en los últimos minutos era tan clara que hasta daba lástima.

Ni Henry ni Vildoza pudieron o supieron sobreponerse al baño de realidad con el que les castigó Pangos